Domingo, 26 de enero de 2014
 
Buscando cooperadores

Buscando cooperadores

Jesús Pérez Rodríguez, OFM..- Cristo no necesitaba de nadie. Si ha habido en la vida algún hombre que se las podía ver solo, fue Jesús de Nazaret. Pero no quiso hacer solo el plan de la salvación. En verdad que nadie le podía dar talentos, posibilidades, ya que siendo Dios podría haber recurrido al poder divino. Él sabía que el Padre y él eran uno y como leemos en Mateo 26,53, el Padre podría enviar “doce legiones de ángeles”.
Hoy vemos que Dios no quiere actuar solo. Crea al hombre y le da todo. Éste le falla volviéndose desobediente a los planes de Dios. No obstante este pecado, Dios opta por redimir al hombre. Viene Jesús a este mundo para salvar y hacer grande a la persona y, para llevar a cabo esta economía de la salvación, se rodeó de discípulos y no de ángeles aunque los tenía a sus órdenes.
Inmediatamente que inició Jesús su vida pública, había permanecido treinta y tres años enseñándonos el valor e importancia de la vida familiar, invitó a unos hombres a seguir su misma aventura, salvar, redimir y engrandecer en la persona humana. Jesús no necesitaba de esos discípulos, pero quiso insertarlos en sus preocupaciones por llevar a la persona humana a la felicidad auténtica. No los buscó por sus talentos o por lo que ellos habían de ofrecerle, sino para darse él mismo.
Con esta acción de formar una pequeña comunidad que ponía todo en común quiso mostrarnos una referencia de lo que debía ser la Iglesia de todos los tiempos. Jesús quiso formar una comunidad, no un equipo. Pocos cristianos tienen experiencia de vida en comunidad. A Dios gracias hay cristianos por todo el mundo que sí trabajan en equipo. El equipo se conforma con personas de diversos talentos complementarios. La comunidad, el vivir en comunidad, cada uno ha de fijarse en lo que da y en el apoyo que brinda al crecimiento personal de los demás.
El evangelio nos muestra a Jesús como luz, liberación, alegría. Esto está en concordancia, y en cumplimiento a lo que el profeta Isaías preanunciaba, como leemos en la primera lectura; “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”… “acreciste la alegría, aumentaste el gozo”.
Cristo se va a la periferia geográfica, a un lugar inesperado, es en Galilea, el lugar escogido para iniciar su evangelización. Esto lo preanunció el profeta Isaías cuando dijo que Dios tenía sus planes de salvación, “Galilea de los gentiles. Galilea está en la frontera”. El Dios de Israel, es nuestro Dios, un Dios universal que quiere salvarnos a todos. Aquí empezó Jesús a sembrar la Palabra de Dios, a evangelizar.
El Papa Francisco –ha caído también a la mayoría– nos está insistentemente pidiendo vivir un cristianismo comprometido, a ser mensajeros del evangelio, a dar a conocer a Cristo. Asimismo, ha señalado que para ser catequista, misionero, hay que orar mucho, y el que no ora, no puede ser catequista. Por otro lado, nos señala Su Santidad, que debemos ir a las periferias geográficas y existenciales. ¿Hasta dónde llegamos en este compromiso de hacer presente a Cristo en todo lugar? ¿Cuál es nuestro trabajo en la escuela, en la familia, en la universidad, en el sindicato, en los movimientos sociales?
El evangelio de Mateo 4,12-23, correspondiente a este domingo, tercero del tiempo ordinario empieza dándonos las pautas para aceptar a Cristo, para ser sus colaboradores, con estas palabras: “Conviértanse, porque está cerca el Reino de Dios”. Paso seguido, invita a ser sus seguidores a unos hombres sencillos, pescadores de profesión. Por un lado, podemos ver la llamada tan sencilla o como la respuesta tan inmediata. Los cuatro llamados lo dejaron todo y lo siguieron.
La llamada, a primera vista no es muy atrayente, “ser pescadores de hombres”; esto no fue algo fascinante ni tampoco lo es en el siglo XXI. Anunciar la salvación, evangelizar, convencer que Cristo es el Hijo de Dios y salvador de toda la humanidad no ha calado en el corazón de la mayoría de los cristianos. La Iglesia no avanzará mucho con un Papa a quién sólo se le admira, se necesitan cristianos con temple de apóstoles, discípulos misioneros. Cristianos que cambien nuestras parroquias en verdaderos centros de evangelización. Esto no se está pudiendo conseguir porque no hay convencimiento, el cual no llegará hasta que haya un cambio de mentalidad, una verdadera conversión.
Domingo, tras domingo, la Palabra de Dios nos va guiando, sobre todo con la palabra del Maestro, Cristo; a veces la Palabra nos reprende, nos exhorta, nos juzga, nos lleva a la conversión. La conversión fue la que hizo a los primeros colaboradores de Jesús y es también ahora la que nos llevará a ser auténticos testigos de Cristo.