TAL COMO LO VEO
Radiografía política
Radiografía política
Waldo Peña Cazas.- Lo que es bueno para unos puede ser malo para otros, y viceversa: un chaparrón favorece a los campesinos y perjudica a los turistas. Es cuestión de puntos de vista, claro; pero una cosa es un chaparrón y otra distinta un vendaval como el que sufrimos desde los “gloriosos” días de la Revolución Nacional. Los viejos líderes han entregado su alma al diablo y sus segundones sobreviven mudando constantemente de pellejo y de camiseta y mal se les pinta el futuro; pero allá ellos, puesto que su prosperidad ha ido siempre paralela a la miseria del pueblo.
Los partidos tradicionales están groguis y a punto del “knock out” por las ambiciones de sus líderes y su incapacidad para comprender que el mundo de hoy ya no es el mismo que hizo posible su frustrada revolución. Hoy la humanidad enfrenta nuevas realidades y desafíos; pero ellos, aferrados a sus pasadas glorias, desempolvan sus viejas mañas para la toma del poder, cuando ni siquiera pueden tapar las heridas que les infringió la insurrección popular que les puso patitas en la calle. Creen que nos dejaremos engatusar otra vez con la cantaleta de “preservar la democracia”, que sólo preserva privilegios y consolida la corrupción.
Si se pudiera escribir la historia secreta de los partidos políticos bolivianos, tendríamos una vergonzosa antología de la corrupción, de la ineptitud, de la impostura, de la traición y de todos los vicios nacionales y universales. En su largo y alternativo monopolio del poder, en democracia o en dictadura, los partidos han sido el principal obstáculo para nuestro bienestar y desarrollo; y hoy sus desperdicios forman parte tanto del oficialismo como de la oposición. Ninguno ofrece un marco ideológico ni un programa concreto con los cuales puedan identificarse los ciudadanos.
Caudillos regionales han reemplazado a los líderes nacionales, y ninguno es una amenaza seria para Evo Morales, pues están encasillados en los mismos moldes mentales, enfrascados en mezquinas disputas personales. No tienen planes concretos para corregir los desaciertos del régimen actual, el desenfrenado gasto público, las erradas políticas del gas, las relaciones con Chile, las amenazas separatistas y otros problemas atingentes. Nada hacen para evitar nuestro rezago cultural y educativo por los grandes cambios que se dan al influjo de la revolución informática y tecnológica. Ni siquiera sospechan que ellos son los culpables de nuestro atraso y dependencia. Actúan seguros de que sus abusos y su impunidad serán eternos, a pesar del creciente papel fiscalizador de los medios. Sólo añoran su pasado colmado de privilegios y buscan inútilmente el perdido poder que sólo usaron para reprimir y enriquecerse.
Además de depredar las arcas fiscales, los partidos políticos han envilecido la vida institucional, económica, social y cultural del país; han prostituido alcaldías, universidades, sindicatos, cooperativas y organizaciones gremiales, cívicas y deportivas. Se han adueñado de la democracia, haciendo del sistema electoral una trampa, como un candado al derecho del pueblo a tomar decisiones concretas mediante representantes legítimos. Hacen que miles de bolivianos pierdan la fe en el futuro de la patria y emigren, a cualquier parte, para sufrir y morir lejos. Hacen que los mejores ciudadanos, asqueados, se inhiban de participar en la vida pública y no contribuyan con su talento a solucionar los problemas nacionales.
¿Para qué hablar de lo que debían haber hecho y no hicieron, o lo hicieron al revés? ¿O de sus mentiras, imposturas y fechorías? Pero quieren volver a las andadas, muy ufanos, seguros de que pasarán a la historia como grandes conductores sociales. Entendederas y cueros tan duros nunca aprenden las lecciones de la historia.
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