EDITORIAL
Las lecciones del fallo de la Corte de La Haya
Las lecciones del fallo de la Corte de La Haya
Ya que nuestra diplomacia ha decidido seguir el camino elegido por Perú, habrá que prepararse también para recibir el fallo y acatarlo
El fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que fue leído el pasado lunes sobre el diferendo por el límite marítimo entre Perú y Chile, ha sido recibido en nuestro país casi con tanto interés como en los países litigantes. Y no podía ser de otro modo pues nada de lo que está relacionado con los orígenes, el desarrollo, el desenlace y las posteriores secuelas de la Guerra del Pacífico, nos es ajeno.
A las razones obvias, que se desprenden de la historia, se ha sumado –desde abril del año pasado– el hecho de que nuestra diplomacia ha optado por seguir el mismo camino que eligió Perú, después de muchas décadas de inútiles negociaciones bilaterales. Se supone por eso, aunque no todos los expertos en la materia tienen la misma opinión, que la sentencia emitida por la CIJ dejará sentados algunos precedentes que podrán tener un peso importante cuando llegue el momento de que la balanza de la justicia internacional se incline a favor o en contra de la demanda boliviana.
Sobre la manera cómo el fallo de la CIJ repercutirá sobre la causa boliviana, hay tantas posibles como analistas del tema, por lo que parece improbable un acuerdo. En lo que no hay discrepancia posible, pues es una de las grandes lecciones que deja el desenlace de la disputa entre nuestros dos vecinos, es que el veredicto ha cerrado definitivamente un capítulo de la historia y a partir de ahora no tendrá ningún sentido avivar los rencores, los recelos, los resentimientos y las heridas que se abrieron en 1879. A partir del fallo del 27 de enero, será el futuro y ya no el pasado el que guíe las relaciones entre Perú y Chile.
Es probable, por supuesto, pues en todo el mundo hay resabios de tiempos pretéritos que ven con nostalgia las épocas cuando el poder de los cañones era más importante que la diplomacia, que haya quienes aprovechen la ocasión para reavivar sentimientos chauvinistas. De hecho, se ha sabido ya que en los más retrógrados círculos militares se han oído voces que llaman al desacato y proponen tomar recaudos para evitar que una situación similar se produzca cuando la CIJ resuelva la demanda boliviana.
Esos sectores, felizmente, son cada vez más minoritarios y marginales. Mucho más peso tienen, tanto en Chile como en Perú las opiniones de quienes reconocen la necesidad de dejar que el siglo XIX quede como fuente de lecciones históricas pero no como referente principal para la construcción de un futuro que, independientemente de la voluntad de los gobernantes y los pueblos, no puede no ser común. Es de esperar que lo mismo pase en nuestro país.
Es asumiendo esa realidad que el fallo de la CIJ ha sido recibido como un punto final puesto en un capítulo de la historia y al mismo tiempo como la mayúscula inicial con que empieza a escribirse uno nuevo. Eso es lo que en verdad importa, más que los aspectos cuantitativos de las ganancias o pérdidas para las partes involucradas, y así lo han entendido los pueblos de ambos países. Y como ésa es la misma fórmula que nuestra diplomacia ha decidido aplicar para hacer un ajuste de nuestras cuentas pendientes con Chile, sería bueno que también nosotros empecemos a crear las condiciones necesarias para que cuando llegue el día de oír el fallo de La Haya sobre nuestra demanda marítima, estemos dispuestos a acatarlo, sea o no de nuestro agrado.
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