EDITORIAL
Las FF.AA. y la guerra contra las drogas
Las FF.AA. y la guerra contra las drogas
La propuesta de militarizar la lucha contra el delito pone en guardia a quienes creen que las Fuerzas Armadas no deben salir de sus cuarteles
Aunque opacada por las dramáticas dimensiones que está alcanzando la crisis de su economía, lo que ha relegado a un plano secundario todos los demás problemas que agobian al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en el tramo final de su gestión, durante los últimos días ha adquirido inusitado vigor una polémica sobre la mejor manera de afrontar la lucha contra el narcotráfico.
El tema, a pesar de que no es nada nuevo, ha adquirido durante las últimas semanas una dimensión muy novedosa a partir de la propuesta del gobernador de la provincia de Buenos Aires de revisar el rol de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico ante la inminente posibilidad de que el poder económico y político de las mafias vinculadas al negocio de las drogas quede fuera de todo control.
El telón de fondo de la polémica desatada en Argentina es la experiencia de otros países que ya han ensayado la fórmula que consiste en tomar literalmente el concepto de “guerra contra las drogas” y poner a las fuerzas militares como protagonista principal de las tareas represivas.
Quienes proponen tal extremo lo hacen convencidos de que sólo mediante una medida así de drástica se puede poner un límite al avance de las organizaciones dedicadas a la comercialización de la droga. Y para respaldar su argumento cuentan con abundantes pruebas acerca de la manera rotunda como en todas partes han fracasado las fuerzas policiales para cumplir tal cometido.
En la orilla diametralmente opuesta se ubican quienes a la luz de los resultados obtenidos por esa vía en Colombia, México y gran parte de los países centroamericanos consideran inadmisible considerar siquiera tal posibilidad. Sostienen que como enseñan los pobres resultados obtenidos mediante la “guerra contra las drogas”, llevar el asunto al terreno militar no sólo que no da ninguno de los resultados esperados sino que sólo sirve para que la violencia se expanda exponencialmente y la corrupción termine socavando las bases éticas de las instituciones involucradas en la lucha contra el delito.
Además del problema de las drogas en sí mismo, el debate sobre el rol militar en Argentina está también signado por la huella que las Fuerzas Armadas dejaron a su paso por la vida política de ese país y de Latinoamérica en general. La sola idea de que los militares, esta vez en nombre de la guerra contra las drogas, como antes en el de la lucha contra el comunismo, sean utilizados en actividades represivas resulta espeluznante para gran parte de la sociedad argentina, sin importar en nombre de qué causa se pretenda legitimar el despropósito.
Con esos antecedentes, es muy poco probable que prospere la propuesta de militarizar la lucha contra las drogas. Sin embargo, el sólo hecho de que haya quienes desde las altas esferas del poder político consideren esa posibilidad es algo que debe poner en guardia a quienes no sólo en Argentina, sino en toda la región, consideran indispensable evitar que las Fuerzas Armadas vuelvan a salir de sus cuarteles.
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