DÁRSENA DE PAPEL
Don Joaquín: Identidad y pertenencia
Don Joaquín: Identidad y pertenencia
Oscar Díaz Arnau.- “Don Joaquín”, como al final lo reverenciaban todos en Sucre, fue un mestizo al que una elite hizo de menos; casi inevitablemente acomplejado, no se dejó vencer, aunque para ello tuviera que avenirse al “castismo”. Este mes se cumplen 20 años de la muerte del primer custodio de la Casa de la Libertad, reconocido dentro y fuera del país como un patricio. No muchos saben que en algún momento fue el “Negro”, el “llockalla bastardo”, el “ilegítimo” para la alta sociedad de su época.
Esas adjetivaciones utiliza su hijo mayor, Gonzalo Gantier Gantier (GGG), en “Dos ramas del mismo tronco”, un libro publicado hace 10 años en el que, aparte de hacer una valiente autocrítica familiar y un severo análisis de los siglos XIX y mediados del XX, revela la existencia de una doble partida de bautismo de Joaquín Gantier: en una, su madre es Fortunata Rodríguez, en otra María Valda.
Nadie en todo este tiempo reivindicó a la que, según GGG, fue la madre biológica de Don Joaquín, una mestiza de Siporo —la “Negra”— que habría fallecido a días de tenerlo. En su batalla por superar el complejo de inferioridad —al que se refiere su hijo en aquel libro—, el mismo historiador se encargó de borrar ese dato de su propia historia, prefiriendo el nombre de la mujer blanca, de ciudad, que lo crió; por eso nunca nadie lo llamó “Gantier Rodríguez”. Tenía que ser alguien en la vida.
GGG busca cerrar una herida en su obra crítica, un ensayo histórico que, partiendo de un estudio de caso (el de su padre), atenaza con mirada sociológica y filosófica dos preocupaciones vitales del ser humano: la “identidad” y la “pertenencia”, es decir, quién soy y a qué clase social siento pertenecer, con quién me identifico.
Sobrevuela en las páginas de su libro una clase de personas que miraba por encima del hombro, como un rasgo de la “superioridad” que eleva a unos y minimiza, incluso acompleja, a otros. Son los blancos que “valían” más que los morenos porque sentían pertenecer a una casta. Blancos descendientes de europeos conquistadores. Blancos (y blancoides) que, habitando Bolivia, creían pertenecer a Europa.
Al principio mencioné al “castismo”. Se trata de un término inventado por el hijo menor de Don Joaquín, Ramiro, para caratular a esa clase dominante cuyos miembros, según una comparación hilvanada por Gonzalo, “valían” más por el cuadro del abuelo que por méritos propios. Identidad y pertenencia. Ser una cosa y pretender ser otra. Valer cuando valer importa más que, sencillamente, ser. Cuando uno “vale” por el color de la piel o por el origen del apellido. Por el cuadro del abuelo.
El libro de GGG vale porque brota en un árbol genealógico pero sus raíces hienden las paredes de la casa de los Gantier, en la calle Azurduy, para diseminarse por Sucre, Bolivia y la América morena con asertos que revuelven conciencias, que duelen y provocan heridas.
El 18 de febrero se recuerda un nuevo aniversario de la muerte de Joaquín Gantier y un buen homenaje para él, ejemplo de superación y búsqueda de ruptura de la mediocridad del entorno, sería reflexionar sobre su “problema” (identidad y pertenencia), así reconocido por Gonzalo, pero abriendo el lente para tomar no solo la foto del “árbol” de una familia, sino el “bosque” del país y el continente. Este libro no interpela únicamente al sucrense:
¿Cuál es la identidad del boliviano, hoy, más allá de sus particularidades? ¿Está conforme con ella o alguno, para no resignarse siendo uno más y sobresalir, para que no lo discriminen, quizá, siente la necesidad de ser lo que no es y, entonces, aparenta, “pertenece” a otra clase social?
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