Miércoles, 5 de febrero de 2014
 
¿Ciudad clandestina?

¿Ciudad clandestina?

Gastón Solares Ávila.- Con ese título, hace casi un año, un editorial de Correo del Sur se refería a la preocupación generalizada porque una investigación periodística revelaba que gran porcentaje de las construcciones nuevas estaban en el ámbito de la clandestinidad y, por tanto, de la ilegalidad.
En esta columna, también me he referido varias veces a este problema y a la falta de disposiciones legales que amparen las determinaciones que se adopten para evitar que esta ciudad continúe en el camino de su deterioro y destrucción.
Lamentablemente, las cosas siguen igual o peor por lo que, como decía el editorial mencionado, las autoridades del Concejo y las ejecutivas están provocando un enorme daño y se están convirtiendo en cómplices de una situación que puede determinar la inviabilidad de Sucre como ciudad.
No se puede lograr la reacción de las autoridades municipales que parecen absortas en su trabajo rutinario y hasta pareciera que no circulan las calles para poder apreciar el estado de descuido generalizado en el que nos encontramos, con excepción, quizá, de los jardines que una gestión anterior logró cambiar a pesar de las dificultades de entonces.
Siguen proliferando las construcciones de elevado número de pisos que quedan siempre inconclusas, lo que ya ha cambiado la imagen tradicional de la ciudad. Se mantiene el sistema impositivo que incentiva que las cosas se hagan a medias. Es decir, paga menos impuesto el que no termina su construcción.
Es absolutamente evidente que cuando no se toman medidas oportunas, las cosas se complican al extremo de que las soluciones o se hacen más difíciles o, simplemente, se convierten en imposibles como seguramente ocurrirá en el caso de la Avenida de la Vergüenza, la que nos conecta con la principal industria departamental, con uno de nuestros más concurridos puntos turísticos como es el Parque Cretácico y con la ciudad de Cochabamba. Esa avenida se ha convertido en maestranza y parqueo de cientos de grandes camiones que han destruido la calzada al extremo de que cuando hayan autoridades capaces de tomar decisiones y resolver problemas, tendrán que pensar en dejarla así para encontrar otra opción de acceso y salida de los lugares citados.
Volviendo al tema de las edificaciones clandestinas sería bien que se adopte de una buena vez una política clara que permita un tratamiento igualitario, porque resulta ilógico que a algunas se las vuelva “legales”, lo que da lugar a una serie de sospechas y de conjeturas justificadas. Las edificaciones verticales, para las que no existe un número límite de pisos, destruirán nuestra tradicional imagen, sobre todo aquellas que se han acercado peligrosamente a nuestro centro histórico.
Retornar a la ciudad, después de visitar otras de nuestro mismo país, nos demuestra que estamos muy lejos de imitar buenos ejemplos y que la dejadez, la ineficiencia y el abandono, están sobrepasando todo límite, situación que los ciudadanos nos negamos a aceptar.