Miércoles, 5 de febrero de 2014
 

OBSERVATORIO

Perspectiva brumosa del año escolar

Perspectiva brumosa del año escolar

Demetrio Reynolds.- Seguramente por las elecciones, es un año colmado de promesas y de estridencias políticas. Hay una reforma en curso. Si las líneas maestras están trazadas con precisión y claridad; esto es, si se sabe por dónde y hacia dónde se va, se supondría que está bien encaminada y, en tal caso, correspondería apoyar el esfuerzo. Pero la realidad es otra.
Se dijo que avanzaría de forma gradual, de los primeros a los últimos cursos de primaria y secundaria. Luego se decidió generalizar su aplicación. No se sabe por qué se ha sustituido la cautela por la improvisación. Parecen estar apurados. No importa por dónde ni cómo se vaya; la cosa es meter ruido con anuncios impresionantes. Al saco de las promesas electorales entró también la educación.
Y no debería ser. Una inmensa población escolar está en juego. De lo que se haga hoy, depende la realidad de mañana. No es suficiente tener las aulas abiertas. Para no ser un fraude, deben funcionar bien. Por eso preocupa que “no haya nada preparado para ejecutar la ley”, y tener dudas sobre “cómo vamos a aplicar si no tenemos las bases claras”. Son declaraciones de representantes de padres de familia y de los maestros.
El problema crucial es cómo implantar la reforma, el llevar del papel a la práctica. En la misma piedra de ayer se vuelve a tropezar. En 1994 también se tuvo la idea inicial de seguir las pautas de un estudio previo, que no se realizó. Tampoco se ha realizado ahora. Le están “metiendo nomás”, al mejor estilo plurinacional. Dos razones justificaban la prueba piloto: mucha población implicada y una gran inversión. No es correcto arriesgar tanto.
La politiquería se metió a la reforma anterior. Se la abandonó en medio camino. Otras gentes no pudieron entenderla. La concepción, el rumbo y la consistencia técnica eran, a nuestro juicio, plausibles. La parte operativa fue el desafío sin respuesta. No pasó por donde debía pasar ni llegó a donde debía llegar. La efectividad del cambio tenía que verse en las aulas, con los alumnos. La evaluación comparada de aprendizajes no se realizó nunca.
Los maestros son otro tema crucial. Sin ellos no hay reforma; “con los maestros tal como son ahora, tampoco”. No se recogió la experiencia para no reincidir en errores. El Plurinacional quiere estrenar caminos en todo. En capacitación, hay que llegar a 120 mil sujetos y el método tradicional ya no encaja. Las portátiles no son más que adornos. La “revolución educativa” sólo un discurso.
Han corrido ocho años. Lo más difícil y desafiante, permanece incólume. Tenía este Gobierno –como ningún otro en el pasado– el tiempo político, los medios y las condiciones para levantar desde la base la magna obra de la educación; habría sido un logro invalorable. Sin necesidad de trampas ni otras ventajas espurias, por sólo eso, Morales hubiera vuelto al poder como la señora Bachelet en Chile, con limpieza y en peana triunfal de la democracia.