VENI, VIDI, VICI
La culpable no soy yo, eres tú
La culpable no soy yo, eres tú
J. Lizandro Coca Olmos.- Me gustaba vestir sexy porque me sentía bien con mi cuerpo. Mirarme en el espejo era toda una alegría porque me gustaba lo que veía. Aprovechaba las temporadas de calor para exhibir orgullosa lo que la naturaleza me había dado, el hecho de ser una mujer hermosa y exuberante.
Hasta que llegó el agresor. Ése que con actitud de bestia salvaje ya me había violado con los ojos pero, no contento con ello, se apresuró a consumar el abuso con una violencia incontenible. Era yo su juguete sin quererlo, pero mi voluntad, mi libertad de elegir dónde, cómo, cuándo y con quién le eran indiferentes. Él me tomó como si fuera su propiedad, un objeto del que hace uso y dispone a su antojo.
Creí que él era un criminal al que había que perseguir y castigar por hacerme lo que me hizo. Creí que era culpable de perturbar mi alegría, mi orgullo y mi dignidad, hasta que descubrí que para el 58,5 por ciento de los cochabambinos “Algunas violaciones son provocadas por la forma de vestir o las acciones de las mujeres” (Encuesta del Ceres, Ciudadanía y Los Tiempos en Cochabamba).
Entonces ¡Era culpa mía!, ¡Yo lo provoqué! Debí haber sabido que una mujer sabia y decente no mostraría su cuerpo. Cuidaría de no provocar a los hombres, santos varones que no pueden controlar sus deseos sexuales.
Me avergoncé de lo que antes miraba en el espejo con alegría. Era un instrumento de perdición que incitaba al crimen, así que decidí no mostrarlo más. Vestí ocultando el ser mujer para evitarles las tentaciones a los hombres.
Luego descubrí que eso no era garantía para detener la agresión contra las mujeres pues, en Arabia Saudita, el 86,5 por ciento de las personas creen que el rímel y el delineador de ojos son los causantes del aumento de violaciones contra las mujeres (Encuesta del Centro para el Diálogo Nacional del Rey Abdul Aziz).
Entonces ¡No fue culpa mía! Es que la mentalidad machista, aquí o al otro lado del océano, funciona de la misma manera. Si la mujer es agredida de alguna forma, la culpable siempre será ella.
Un esencial principio de libertad y respeto a la libertad de las personas en general, y de las mujeres en particular, debería indicar lo estúpido de las mentalidades aquí evidenciadas.
Yo puedo vestir como me plazca y ningún imbécil tiene el derecho de agredirme por ello. Sólo los hombres subnormales se comportan como animales incapaces de controlar su instinto y luego tratan de racionalizar justificativos estúpidos para sus crímenes.
Culpable de la agresión es el que agrede, pues es perfectamente capaz de distinguir entre el bien y el mal, y decidir, con esa supuesta racionalidad humana, qué acciones llevar adelante para demostrar que es digno de humanidad, y cuáles lo convierten en una bestia salvaje, en un cobarde y miserable desecho de la naturaleza.
Pero ¿Qué enseñamos a nuestros hijos?, ¿les decimos que la forma de vestir, las acciones o el delineador de ojos justifican una violación?, ¿estamos las mujeres condenadas a ser las culpables de las agresiones que se perpetran contra nosotras?
Si no desterramos la estupidez de nuestras sociedades, no nos pretendamos nunca civilizados. Si no comprendemos algo tan básico como el respeto a la libertad de las mujeres, no osemos llamarnos “humanos”.
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