EDITORIAL
Algo se mueve en Cuba
Algo se mueve en Cuba
Todo parece indicar que algo se está moviendo en Cuba y que la dirección apunta hacia una transición lenta pero ordenada y pacífica
Una serie de noticias que se han publicado durante las últimas semanas, algunas de manera muy destacada y otras más bien con una sutileza que las hizo pasar casi desapercibidas, han dado algunos indicios sobre lo que tiene toda la apariencia de un plan concertado para allanar el camino del gobierno cubano hacia una salida de una crisis que no deja de agudizarse con cada día que pasa.
El más notable de esos gestos tan benévolos hacia Cuba ha sido sin duda el éxito que alcanzó en La Habana la cumbre de la Celac. Contra todas las previsiones, Raúl Castro fue visitado por 31 de los 33 mandatarios convocados y todos ellos dieron al anfitrión inequívocas muestras de cortesía y buena voluntad. Omitieron cualquier gesto amistoso hacia las organizaciones y los líderes de la oposición, no se refirieron en sus apariciones públicas al conflictivo tema de los derechos humanos y se conformaron con las fórmulas propuestas por Cuba para soslayar el tema en las declaraciones oficiales.
Como si tal señal no fuera bastante elocuente, las dos más importantes potencias regionales, Brasil y México, a través de sus respectivos gobernantes, no disimularon su común interés en fortalecer sus vínculos económicos con Cuba tanto a través del sector público como del privado. Peña Nieto, presidente mexicano que está ideológicamente en las antípodas del régimen castrista, se mostró decidido a recuperar la ventaja que ya le sacó Brasil en la carrera por sentar sus reales en la economía cubana.
Con la misma agilidad, la Unión Europea ha dado también claras señales de su decisión de poner fin a la “Política Común” adoptada en 1996 para condicionar cualquier relación amistosa con Cuba a concesiones en el campo de los derechos humanos y las libertades políticas y económicas. Tras 17 años de fracasos, uno tras otro los países europeos se muestran dispuestos a dar un giro y tender la mano al régimen castrista bajando mucho sus expectativas.
Sin embargo, las señales más fuertes son las que provienen de Washington y Miami. Es que tanto el gobierno de Obama como muchos de los más destacados representantes del exilio cubano han iniciado ya un viraje radical que se dirige a poner un punto final a la fallida política adoptada por Estados Unidos y los exiliados en 1959. Al ver el inminente peligro de que Brasil, México y la Unión Europea, además de China, los dejen al margen de una eventual apertura de Cuba al mundo, están decididos a hacer prevalecer sus vínculos históricos.
Como era previsible, esos gestos de amistad han sido merecedores de los más duros adjetivos de parte de los líderes históricos del exilio cubano, de los sectores más ultraconservadores del Partido Republicano y de intelectuales y analistas que todavía creen que lo único que se puede y debe hacer es esperar que el castrismo se desvanezca por sí solo. Pero son voces cada vez más aisladas y deterioradas por el paso del tiempo y menos influyentes en los círculos políticos, diplomáticos y económicos donde se toman las grandes decisiones.
Así pues, todo parece indicar que algo se está moviendo en Cuba. Y que la dirección apunta hacia una transición lenta pero pacífica y ordenada.
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