Miércoles, 12 de febrero de 2014
 

EDITORIAL

Un camino que se abre hacia el Pacífico

Un camino que se abre hacia el Pacífico



A la luz de los resultados, sólo cabe esperar que el error sea enmendado y Bolivia recupere su lugar entre los países que miran hacia el Pacífico

La VIII Cumbre de la Alianza del Pacífico en Cartagena, Colombia, ha confirmado que tras muchas décadas de infructuosos proyectos similares, ninguno de los cuales logró salir de su extravío retórico para plasmarse en resultados concretos, por fin se vislumbra en el horizonte latinoamericano un camino que se abre expedito hacia la integración de esta parte del mundo y con el planeta entero.
El optimismo que dejó a su paso ésta como todas las anteriores reuniones de la Alianza del Pacífico no es infundado. Basta ver las líneas centrales del Protocolo Adicional al Acuerdo Marco suscrito por los presidentes de los cuatro países que la integran para ver que sólo dos años después de su lanzamiento oficial el nuevo bloque ya es reconocido como el más serio de la región.
El contraste con intentos similares del pasado y del presente es notable. Una mirada retrospectiva a los múltiples proyectos de integración ensayados durante las últimas décadas y a sus pobres resultados, como la Comunidad Andina o más recientemente el Mercosur, es suficiente para reconocer que la Alianza del Pacífico ya es el principal –si no el único– referente serio de integración latinoamericana.
Pero si el histórico fracaso de la Comunidad Andina y el Mercosur es un telón de fondo que contribuye a dar más realce a los logros de la Alianza del Pacífico, el resultado es mucho más notable si se los compara con el estado agónico en que está sumida la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), convertida en la máxima expresión del fracaso económico, político y social.
Como si lo anterior no fuera suficiente, y dado el actual contexto regional, cabe destacar que el aspecto económico del proyecto integrador no es el único de sus pilares fundamentales. El otro, por lo menos tan importante como el primero, es un conjunto de valores y principios compartidos por los países miembros que se resumen en el pleno respeto al Estado de derecho, la separación de poderes, el reconocimiento de las ventajas de la libertad económica, el irrestricto respeto a la propiedad privada, entre otros, que le dan a la Alianza del Pacífico un sello particular muy distante, diametralmente opuesto incluso, al que caracteriza a otros proyectos fallidos.
En lo que a nuestro país corresponde, hay que recordar que Bolivia, por razones de carácter histórico, por su ubicación geográfica, por los naturales vínculos económicos con dos de sus vecinos del Pacífico (Chile y Perú), estaba llamada a ser no sólo un miembro más, sino uno de los más importantes de este bloque comercial. Por eso fue insistentemente invitado a participar, invitaciones que fueron rechazadas por criterios ideológicos de consistencia tan dudosa como los que nos tienen aferrados a proyectos tan fallidos como la Alba.
Ahora, cuando la contundencia de los hechos plasmados en los éxitos de unos y los fracasos ya es por demás elocuente, sólo cabe esperar que el error sea enmendado y Bolivia pueda recuperar el lugar que le corresponde entre los países que orientan su futuro hacia el océano Pacífico.