Jueves, 13 de febrero de 2014
 

EDITORIAL

Un final sin aparente proyección

Un final sin aparente proyección



La mala gestión de Piñera puede ayudar a que en Chile se abra paso la idea de que a ambos países beneficiaría resolver sus disputas

El costo de la gestión del presidente Sebastián Piñera que el próximo mes llega a su fin parece que es demasiado alto. Salvando la transición de la dictadura a la democracia, es el mandatario que con menos adhesión termina su mandato y lo hace en medio de serios cuestionamientos de sus opositores, lo que en la tradición chilena no es una obviedad, e incluso de muchos de sus seguidores.
Una de las críticas más fuertes que se le hace es la gestión de las relaciones internacionales. Desde la oposición política y del mundo de los “think tanks” y académico, los cuestionamientos se centran, por un lado, en la orientación marcadamente empresarial que les dio y, por el otro, en su distanciamiento de los países de la región, particularmente de Brasil y Ecuador que, a lo largo de la historia, han sido sus tradicionales aliados, pero también de Bolivia, con el que no pudo mantener el buen nivel de relacionamiento al que elevaron sus predecesores, y con Perú, al que le dieron un tratamiento poco convencional en función, precisamente, a intereses comerciales.
En lo que respecta al país, la decisión de acudir a La Haya, el contenido de la demanda (es decir, la que hasta ahora se conoce) y los representantes que se nominó, tomaron desprevenida a la burocracia diplomática de Chile y a sus principales operadores políticos, al punto que incluso ahora mismo, en que muchas de las cartas están echadas, ambos estamentos siguen reaccionado como lo hicieron en el pasado frente a toda demanda boliviana.
Además, se percibe en el vecino país que aquello de que en materia de relaciones con Bolivia prima la “política de Estado” parece que ya no lo es. Si se revisan los medios chilenos se puede constatar que cada vez aparecen más elementos de disidencia que de acuerdo. Incluso la declaración emitida por el presidente Piñera en Colombia sobre que se estaría analizando, incluso con la mandataria electa, el retiro de Chile del Pacto de Bogotá (que da vigencia a la Corte Internacional de Justica) ha sido rechazada de inmediato por los principales líderes de la oposición y sólo ha recibido el respaldo de los sectores más conservadores de esa sociedad, pero que son los que ahora están en retirada.
En ese contexto pareciera que la demanda boliviana por recuperar una salida soberana al Océano Pacífico va consiguiendo adeptos en Chile sea porque quienes la atienden tienen un elemental sentido de justicia o porque se dan cuenta de que las fricciones con Bolivia impide a su país consolidarse como una potencia regional y modera.
En este sentido, la mala gestión del presidente Piñera puede ayudar a que en los sectores modernos chilenos se consolide la idea de que a ambos países beneficiaría que Bolivia pueda volver a tener acceso al Océano Pacífico, y mucho aportaría –hay que insistir en forma permanente– que en el país se abandone toda tentación sectaria y, sobre todo, de recurrir a la retórica chauvinista e innecesariamente insultante, así haya provocaciones.
Lo cierto es que viene una nueva etapa de esta compleja relación.