¿ES O NO ES VERDAD?
¿Populismo o arte de encantamiento?
¿Populismo o arte de encantamiento?
José Gramunt de Moragas, S.J..- En los tratados de ciencias políticas a mi alcance, no encontré el término "populismo". Es natural; son libros del siglo XX. Antiguos. Pero, sobre todo, porque esos tratados estudian las formas de organización política serias que la sociedad ha ido dándose al correr de los siglos.
No encontrando aquella definición, arriesgaré la mía: Populismo es el sistema político cuyo objetivo prioritario es satisfacer por cualquier medio las exigencias de los sectores sociales mayoritarios al menor plazo posible. El populismo concentra en un solo órgano ejecutivo, los demás poderes del Estado, es decir, Legislativo y Judicial.
Hasta donde alcanza mi recuerdo, la expresión más significativa del populismo en América Latina fue Perón. Tras unos años de popularidad arrolladora, el país desembocó en un caos ingobernable. La bella ciudad de Buenos Aires soportó los desmanes de gente incontrolada que, incluso, incendió algunas iglesias. El desmadre peronista derivó en una de las dictaduras militares más crueles de la historia latinoamericana. Sólo se salvó en el recuerdo, la figura mitificada de Evita en el "musical" Do'nt Cray for Me Argentina.
Dando un salto en la historia política argentina, en los últimos años se repitió el populismo peronista en forma de kirchnerismo. Durante la presidencia de Néstor Kirchner, asistí a una teleconferencia en la que el periodista argentino-norteamericano, Andrés Oppenheimer definió al gobierno de aquel país como un gobierno conyugal. No es pues imposible que, una vez fallecido el marido, y por alguna pirueta jurídicamente correcta, la heredera forzosa de la Casa Rosada fuera la viuda.
Y ahí tenemos a Dña. Cristina Fernández a la cabeza de un gobierno populista que ha conducido a una inflación acelerada, al desabastecimiento y a la escasez, a un país que mantenía la tradición de tener a los ciudadanos mejor alimentados del mundo, incluidos los "descamisados" peronistas. El comentarista Moisés Naím escribía hace una semana en el periódico madrileño El País: "La economía argentina es un desastre, y el Gobierno de Cristina Fernández pasará a la historia como uno de los más catastróficos que ha tenido un país adicto a seguir eligiendo gobernantes catastróficos".
En efecto, la subida rampante de los precios de los alimentos ha provocado asaltos a los supermercados. La carne subió en un 20 y un 54 por ciento, según el corte. ¡En un país ganadero! Un almuerzo con el sustancioso churrasco es un sueño inalcanzable para la mayoría de los argentinos. El diario madrileño ABC titulaba un artículo sobre el país platense: "Argentina se cae por si sola". El otro modelo populista, vigente en el día de hoy, lo creó el presidente venezolano Hugo Chávez. Inventó el socialismo del siglo XXI, mala caricatura de lo que Marx y Lenin habían diseñado. Le siguió en el mando de uno de los países más ricos del mundo en petróleo, el simplón Nicolás Maduro quien estableció un nuevo modelo: el militar-populismo. Maduro colocó en los puestos claves de la economía a militares impreparados. Los resultados están a la vista: inflación rampante, devaluación vertiginosa de la moneda nacional, inseguridad ciudadana y otras calamidades que cualquier lector de periódicos puede constatar. Estas experiencias confirman lo que ya sabíamos. Los populismos son juegos de espejitos para encandilar a las masas fáciles de engatusar.
Y aunque los regímenes populistas no tienen fecha de vencimiento, porque algunos rebosan en dinero, finalizan cuando llegaron las vacas flacas y el caudillo perdió su virtud de encantamiento.
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