Jueves, 13 de febrero de 2014
 

CARA Y CRUZ

Woody Allen y el machismo mundial

Woody Allen y el machismo mundial

Raúl Peñaranda U..- Es interesantísimo el debate que se ha generado, en Bolivia y el mundo, tras la reiteración de las denuncias contra el director y actor de cine norteamericano Woody Allen. Tiene que ver con la mentalidad machista que prevalece en la sociedad actual, que hace presuponer que los hombres, en general, son proclives a cometer delitos y que las mujeres son más creíbles que éstos cuando lanzan una acusación.
Estoy en contra de esa expresión de machismo. Si la sociedad ha dado pasos importantes en ese plano no es para que las mujeres tengan más credibilidad y derechos que los hombres, no. Es para que las relaciones entre ambos géneros sean más horizontales e igualitarias (y, por añadidura, las que se dan entre personas de distinta etnia, clase social, nacionalidad, grupo etario, etc.). Obviamente la sociedad machista favorece grandemente al hombre (y pone a la mujer en una situación inaceptable de subalternidad). Pero el machismo, como lo saben todos los adolescentes que tienen que agarrarse a puñetes a la salida del colegio, para demostrar su “hombría”, también afecta a los varones, en un sinnúmero de aspectos.
Volvamos al caso del afamado director: como se sabe, Dylan, la hija adoptiva de él y de su ex esposa, la actriz Mia Farrow, lo acusó hace una semana, mediante una carta pública, de haberla violado cuando ella tenía siete años, en 1992. Un crimen atroz.
Pero es interesante notar que la propia Mia Farrow, el año 1993, cuando se hizo pública la denuncia contra Allen, admitió que los dos médicos a los que ella llevó a la niña no encontraron en sus genitales ninguna señal de que hubiera sido abusada. Hace unos días, Moses, hoy de 36 años, el tercer hijo adoptivo de Farrow y Allen, dijo que la supuesta violación nunca ocurrió, que el día de los sucesos había siete personas en la casa, que todas las habitaciones estaban con las puertas abiertas y que Dylan nunca estuvo fuera de la vista de las dos niñeras. Una de ellas, a propósito, cuando un fiscal hizo en 1993 consultas para ver si ameritaba la realización de un juicio, dijo bajo juramento que Dylan no fue llevada al ático en la que asegura ocurrieron los hechos.
Independientemente de quién tiene razón (yo, personalmente, pienso que Allen es inocente considerando lo dicho en el parágrafo anterior), la forma cómo se ha desarrollado la historia demuestra el machismo antes mencionado: por ejemplo, Mia Farrow declaró hace unos meses que dudaba de si Ronan, el hijo que tuvo con Allen, es realmente de él y no de su anterior pareja, Frank Sinatra, con quien siguió intimando después de divorciarse e iniciar su relación con Allen. ¿Y cómo reaccionaron las audiencias ante esa admisión? Con jocosidad. “Ay, qué chistosa es esta Mia”, dijeron todos. “No sabe de quién es su hijo y, además, la muy traviesa, le puso cuernos a Allen durante cinco años”. O sea que Mia puede haber sido infiel, haber mentido sobre la verdadera paternidad de Ronan, haber puesto a la viuda de Sinatra en una situación incómoda y haber demostrado unos celos enfermizos, pero nada de ello importa.
Un aspecto que se conoce poco es que Allen y Farrow conformaron una pareja muy sui-generis. Por ejemplo, nunca convivieron en la misma casa. Por tanto, sobre el romance que él tuvo con Soon-Yi, la hija adoptiva de Farrow, es importante recalcar que en ese entonces Allen nunca vivió con la joven. Y que, a diferencia de lo que se presuponía en ese tiempo, Allen y ella no tuvieron una relación fugaz: son pareja desde hace 22 años, han formado un hogar y tienen dos hijas adoptivas (si hubiera duda razonable de que Allen es pedófilo no hubiera podido jamás adoptar a dos niñas considerando las rígidas normativas norteamericanas).
Dos fuerzas se unen contra Allen en este tema, ligadas las dos por el machismo: por un lado las conservadoras, que detestan al ingenioso, librepensante y proeuropeo director neoyorquino, considerado por los republicanos norteamericanos como un izquierdista detestable. Por otro, las de ciertas feministas progresistas que piensan, por defecto, que un hombre siempre está en falta si una mujer así lo asegura.
Esta mentalidad impide una verdadera relación igualitaria entre hombres y mujeres.