EDITORIAL
“La fiesta se acabó”
“La fiesta se acabó”
Ahora que todavía estamos a tiempo, conviene evitar que el excesivo optimismo se plasme en una desmedida prodigalidad en el gasto público
La publicación, en el último número de la revista The Economist, de un extenso reportaje que bajo el título “La fiesta se acabó” desmenuza las crisis económicas de Argentina y Venezuela, ha causado un verdadero revuelo en círculos políticos y académicos de ambos países, aunque mucho menos en el país gobernado por Maduro, por razones ya bien conocidas.
Según el tan controversial artículo, lo que tienen en común ambos casos es que son el más fiel reflejo de algo que ya se veía venir aunque los gobiernos de Maduro y Kirchner se negaron a reconocer con una inexplicable obcecación. Ambos desoyeron la enseñanza bíblica relativa a la necesidad y conveniencia de ahorrar en tiempos de vacas gordas para poder afrontar las dificultades cuando lleguen los años de las vacas flacas y, como si no fuera ya muy abundante la experiencia acumulada por décadas de recurrentes reincidencias en los mismos errores, dilapidaron los ingentes ingresos provenientes de la exportación de materias primas quedando inermes al llegar la hora descendente del ciclo.
El artículo, pese a lo durísimos que son los términos en los que se refiere a los gobernantes argentinos y sus políticas económicas –actuales y del pasado– no renuncia a cierto tono de optimismo al reconocer que, a diferencia de Venezuela, ha dado durante los últimos días algunas señales de cordura poco antes de llegar al punto sin retorno a partir del que ya no hay como detener la caída por la pendiente. Y aunque califica como “vacilantes” los pasos dados hacia un cambio de rumbo, deja abierta la posibilidad de que sirvan para evitar un colapso tan estrepitoso como el venezolano.
Si Argentina logra o no evitar una suerte similar a la que en Venezuela ha salido ya de los límites de lo económico para llegar a lo político y social, es algo que pronto se sabrá.
Mientras tanto, para otros países de la región, entre los que se destaca Bolivia, resulta necesario mirar con atención lo que está ocurriendo en Argentina y Venezuela puesto que las circunstancia externas que dieron origen a los tiempos de bonanza y que ahora indican que “la fiesta se acabó”, son exactamente las mismas.
Por ahora, felizmente, Bolivia está lejos de sufrir una debacle similar a la que está a punto de dar fin a la era inaugurada por el chavismo en Venezuela y el kirchnerismo en Argentina. Y eso se debe, entre otros factores, a que quienes tienen en sus manos el manejo de la economía nacional han sabido actuar con más prudencia que sus homólogos argentinos y venezolanos. Así lo confirman todos los indicadores, como los recientemente presentados por el presidente del Banco Central en su Informe de Política Monetaria.
Que así sea, sin embargo, no debe ser motivo para bajar la guardia y caer en un exitismo similar al que hasta hace pocos meses caracterizaba a los gobernantes de Argentina y Venezuela. Por eso, ahora que todavía estamos a tiempo de evitar un derrotero similar, conviene hacer cuanto ajuste sea necesario para evitar que el excesivo optimismo se plasme en una desmedida prodigalidad en el gasto de nuestros por ahora abundantes recursos.
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