DÁRSENA DE PAPEL
Muy gerente mío
Muy gerente mío
Oscar Díaz Arnau.- Usted sabe quién soy. Lo que no sabe es que yo sé lo que hizo usted con un asunto estrictamente privado, que solo compete al banco que regenta y a un cliente suyo; en este caso, a mí. Esperaré sentado y sin apuro la llamada con la que se disculpará conmigo porque, de lo contrario, me veré obligado a revelar su nombre y el de su banco. La gente tendrá que enterarse de a quién confía su dinero.
Verá usted. Si mal no recuerda —porque usted es gerente de una institución muy importante y, en rigor, no tiene por qué acordarse de todo—, yo soy uno de los que, según su banco, recibió más dinero del solicitado en un cajero automático hace exactamente dos semanas. ¿Ahora me recuerda? No tiene por qué acordarse de todo.
Soy un profesional con algunos títulos, periodista y escritor con algunos libros, trabajador, al fin, en redacciones de periódicos, algunas de ellas conocidas en el país; tengo menos lustre que usted, por supuesto, que ocupa una función sumamente aventajada y en un banco de renombre como el suyo. Por esto mismo, no importa tanto que yo sea socio de número de una añeja institución que usted conoce bien.
He ganado algunos premios literarios —pocos, para ser sincero— y, entre mis cuentos, algunos han sido considerados por recopilaciones locales y nacionales. Usted podrá leer mis columnas en medios impresos y digitales de Bolivia y otras parte del mundo —algunas, no muchas partes. Si le interesa, claro. Si su recargada labor se lo permite.
No tiene por qué conocer el currículum de todos los clientes de su banco: he tratado de hacer lo mejor que he podido en mi carrera. No obstante, supongo que su banco no repara en la condición de las personas cuando presta sus generalmente buenos servicios. Con la inclusión social, antes que por mis antecedentes profesionales entiendo que merezco respeto como persona, como cualquiera persona.
No crea que disfruto escribiendo estas líneas: me apena tener que hacerlo al sentirme hostigado y ofendido por un banco. Y lamento que usted haya preferido hacer lo que hizo, poniendo en duda su ética; espero la llamada con la que se disculpará conmigo.
¿Así están los bancos? Hace un mes, otra institución financiera reconoció el “error” de un cajero automático que me había descontado efectivo que nunca retiré; me devolvieron el monto apócrifamente dispensado. En esa ocasión, a diferencia de su banco, una empleada se disculpó con el cliente al que habían perjudicado; o sea, a mí.
Señor gerente, sigo esperando la notificación que su banco dijo que me entregaría en mi casa para seguir los “pasos legales correspondientes”, según me advirtió uno de sus subalternos, parece que cansado de escucharme pedir que tuvieran la amabilidad de comprobar que me habían dado más dinero del que busqué el lunes 3 de febrero.
Al empleado de su banco le manifesté que yo, honestamente, me estaba enterando por ustedes de que habría recibido un monto superior a la cifra que digité sin el ánimo de obtener un peso de más, porque no conté el dinero. Nadie en su sano juicio lo haría en un cajero que, salvo un joven distraído, no ofrece ninguna seguridad.
Le dije además que me permitía desconfiar del sistema —no de su banco, no me malinterprete— por mi experiencia anterior, y que en cuanto me demostraran la irregularidad que su banco refiere, yo devolvería el efectivo —acaso— ajeno. Sigo esperando la notificación. Y su honrosa llamada.
Lo saluda con respeto, un cliente de su magnífico banco.
PD. Relájese, señor gerente, no hay tal copia al presidente del directorio de su banco ni a la ASFI. Esto es pura ficción. Usted no existe y yo tampoco.
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