PERCEPCIONES
Temores
Temores
Mario Rueda Peña.- En toda campaña electoral las partes que compiten por el voto ciudadano siempre son presas de muchas aprensiones. Colocan bajo su lupa temas que les perjudican, cuidándose al extremo de identificarlos en forma pública. Es habitual un rotundo fracaso en este empeño, puesto que el contenido latente u oculto en la perorata politiquera termina siempre desvelado por el más elemental análisis de las circunstancias que inducen a encubrir el objetivo real de ciertas actitudes y definiciones.
Hace poco, empezó el enfrentamiento del Gobierno con la oposición a propósito del pacto fiscal sobre porcentajes de distribución de ingresos fiscales. El Gobierno no quiere celebrar el acuerdo ahora, sino después de las elecciones generales de este año. Es decir, en 2015. Las regiones demandan que se lo haga en 2014. Alegan que la publicación de los resultados del último Censo Nacional proporcionan los datos necesarios para ello.
El pleito empieza a encandecerse con el tema relativo a los porcentajes. Algunas regiones consideran que Gobierno central y Autonomías deben repartirse la torta fiscal mitad a mitad (50 por ciento)
Otras son menos exigentes. Se conforman con un 15 por ciento, cifra que le rebanaría solo un pedacito del volumen del emparedado a degustar por los pasantes del Palacio Quemado de La Paz.
¿Y qué alega el Gobierno? Nada, respecto a porcentajes de participación. Sólo vagas alusiones a no politizar el tema, por lo que el pacto fiscal debe hacerse después de las elecciones generales.
El móvil real de tal posicionamiento es de muy fácil percepción. El debate sobre el pacto fiscal se perfila como extremadamente escabroso. Los decibeles del choque de criterios repercutirían en las calles, convocando a la gente a protestas regionales que se agudizarían si los porcentajes de distribución de ingresos que pretende el Gobierno fuesen manifiestamente inferiores a los que exigen las autonomías.
El Gobierno se empeña en evitar un clima de agitación político-social coetáneo a la campaña electoral. No quiere pérdida de votos. Le quita el sueño el desgaste político que le significaría aquella dualidad. Y sus temores al respecto asumen características de contenidos latentes u ocultos en las declaraciones oficiales sobre el tema.
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