DÁRSENA DE PAPEL
Venezuela para necios
Venezuela para necios
Oscar Díaz Arnau.- Los defensores a ultranza del Socialismo del Siglo XXI parten de una falacia. El argumento de la naturaleza democrática del gobierno de Maduro, apoyado en el hecho irrefutable de que el mandatario sucesor de Chávez llegó al poder mediante un proceso electoral, no inhabilita a los venezolanos para manifestar su descontento ni tampoco nos convierte a los que protestamos a la distancia en conspiradores. La falacia se vuelve manipulación cuando de por medio está el objetivo de desviar la atención del verdadero problema: los inaceptables excesos en un gobierno democrático.
Cuando uno se calza los zapatos de los que cada día rastrean las calles en busca de leche, pan y huevos cuesta entender a los necios que, a pesar de las evidentes imprudencias que se vienen cometiendo en Venezuela, salen a encubrir a Maduro, paradójicamente, ondeando las banderas de la democracia; como si en nombre (y bajo el amparo) de ésta, todo estuviese permitido. Hoy se cumple el primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, un líder influyente que destacó también por destornillado.
Maduro, en efecto, fue elegido por el voto del pueblo, mas —suena lógico pero algunos no lo entienden— este apoyo ciudadano no significa un permiso para gobernar con despotismo. Lo otro, su franca enemistad con la sensatez, es una cuestión médica que debe ser atendida como tal; entretanto, adjudicarle culpa por frenesíes involuntarios, que escapan de su mente sin consentimiento pleno, sería injusto. Lo mismo que buscar un cambio de conducta en él sería algo así como esperar un mono del apareamiento entre elefantes; lo suyo, por respeto a los enfermos, no da ni siquiera para la hilaridad.
Sí cabe indignarse por los adalides bolivianos de la “democracia” venezolana que, con una obsecuencia únicamente explicable desde la humana necesidad de comer y llevar comida a la casa, se constituyen en cómplices del manejo irresponsable de la cosa pública en Venezuela.
No vale la pena gastar papel enumerando los semanales histerismos del Presidente de la “revolución bolivariana”, lo importante es la inmerecida condición de vida que llevan los venezolanos, la mitad de los cuales —dicho sea de paso— no votó por el democrático Maduro. Aunque los defensores de aquel otro proceso de cambio tuviesen razón y realmente Estados Unidos estuviera detrás de las movilizaciones encabezadas por la oposición venezolana, nada justifica la reacción violenta de las fuerzas al mando de Maduro. Se olvidan los necios de que, en democracia, la expulsión de periodistas transgrede principios básicos de la libertad de expresión, y de que ésta es parte inherente de aquélla. Defendiendo aquella otra democracia, legitiman el autoritarismo.
No hay manera de rebatir el fracaso del chavismo continuado por Maduro, salvo que uno fuese militante cerrado del “Socialismo del Siglo XXI”. A un año de la muerte de Chávez, ese proyecto ha perdido la brújula, tal vez, por haber caído en manos inapropiadas. El liderazgo indiscutible de Chávez no tiene parangón y el destino de los países gobernados por populistas no es el de un ocaso inmediato, pero difícilmente halle vida prolongada.
Esto último —permítaseme otra salvedad— vaya a beneficio de inventario. En el mundo, en todo tiempo abundaron los necios que confiaron en dibujos libres de la política y de esa manera colaboraron desprendidamente a llevar a sus países a la bancarrota.
De esos necios, los que hoy viven en Bolivia no deberían confundirse apoyando a ciegas a Maduro: Maduro —como Correa, como Morales— no es “Pepe” Mujica, señoras y señores. Ustedes aman a Mujica, no confundan monos con elefantes.
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