Sábado, 8 de marzo de 2014
 

A TI, JOVEN CAMPESINO

Bueno, generoso y alegre…

Bueno, generoso y alegre…

Pedro Rentería Guardo, Pbro..- Ya llevas recorrido casi un mes de esta nueva Gestión 2014 en el colegio y en el hogar-internado. Sé que iniciaste el loco y lluvioso Febrero con la sorpresa y la espontaneidad de quien comienza una genial aventura.
Las asignaturas del Área Regular, las especialidades del Área Técnica y todo ese entramado de la educación integral, de la que participa la formación espiritual y solidaria, son para ti, chico del hogar-internado, el cauce que durante estos años te conseguirá la ansiada madurez.
El desafío de la adolescencia –ya bien lo sabes– es grande.
Si ella transcurre con equilibrio y armonía, con la posibilidad de contrastar tu interioridad con gentes de confianza, los tiempos venideros te conseguirán experiencias gratificantes y un sano disfrutar de personas y acontecimientos. Si, por el contrario, son la frustración y el desencanto tus amargos compañeros, si nadie se hace cargo de tus interrogantes e inquietudes, entonces verás cómo a tu alrededor reinarán la desconfianza, el recelo y, quizá, retorcidas conductas.
Te invito a leer el comentario que hace pocos días me hizo un educador amigo:
- Padrecito, los profesores y educadores en general nos pasamos la jornada intentando inculcar en las chicas y chicos todo un mundo de valores… Inventamos y reinventamos maneras para convencerles de lo grande que puede ser una vida con valores… Y lo mediocre que llega a ser sin ellos…
La conclusión de mi amigo fue que no faltan las horas bajas en que él, como educador, piensa que tanto esfuerzo es baldío. No consigue los resultados esperados. Demasiados reclamos –dijo– tiene nuestro entorno, que llevan a los jóvenes a una espiral de violencia y, a veces, degradación de vivencias y costumbres.
Ni puedo, ni quiero, pensar tales cosas. Me resisto a creer que adolescentes y jóvenes como tú, querido amigo que me lees, hagan siempre oídos sordos al interés, la energía, el cariño, que los educadores ponemos en ese abriros horizontes para alcanzar un futuro de adultos maduros y comprometidos.
Admito, eso sí, los errores, las flojeras, las contradicciones que a todos nos afectan. También a mí. No olvido que un mismo mensaje que llega a vosotros, tiene diferente repercusión, dependiendo de temperamentos, caracteres, vivencias del pasado, conflictos familiares… Recuerda la gran influencia que los primeros años de la existencia despliegan en el resto de nuestro caminar. Somos hijos y herederos del ambiente familiar y de la acogida o abandono que nos brindan quienes nos acompañan. Somos un misterio difícil de delimitar con valoraciones superficiales.
Por eso quiero para ti, buen amigo, una adolescencia equilibrada y armoniosa, como antes te dije. En la que puedas desarrollar todas tus capacidades que, no lo dudes, posees. En la que el afecto y hospitalidad de los adultos que te rodeamos genere en ti confianza y seguridad.
Hay tres calificativos que uso mucho estos días en las homilías de las Eucaristías dominicales en el hogar-internado: bueno, generoso y alegre. Tres calificativos que pueden llenar tu vida.
Intenta ser, sencillamente, bueno. Aunque algunos te llamen tonto. Busca lo mejor para ti y para los demás. No hagas daño a nadie. Tu mirada, tranquila y acogedora, será hogar para muchos.
Sé generoso, comparte. Aunque alguno se aproveche. Quien de verdad te estime, te agradecerá, te reconocerá como amigo. Serás feliz muchas horas y muchos días.
Y, como pide nuestro Papa Francisco, sé un joven alegre, dinámico… ¡haz lío! Construye buen humor aun en momentos de escasez, penuria o enfermedad.
¿De verdad sois adolescentes violentos, degradados y mediocres? No lo creo. Y pido a los educadores que en las horas bajas –todos las tenemos– nos sigamos repitiendo incansablemente:
- Creo en ti. En tus posibilidades. En tu bondad, generosidad y alegría. Creo.