Domingo, 9 de marzo de 2014
 

EDITORIAL

El realineamiento regional

El realineamiento regional



Ojalá que lo que está sucediendo en el mundo, con particulares aristas en la región y en el país, sensibilice a los actores políticos

La coincidencia de conflictos en Ucrania y Venezuela y la forma en que han reaccionado los gobiernos de las regiones respectivas, es una muestra más de los cambios que se están produciendo en el planeta y sobre los cuales, seguramente por la misma cercanía, es difícil vaticinar rumbos.
Parte de esa incertidumbre es provocada porque pese a que las condiciones son diametralmente diferentes de las que prevalecían hasta fines del siglo pasado, se reproducen actitudes similares a las que condujeron a los pueblos a sangrientos enfrentamientos. Así, la virtual invasión a Crimea por parte de Rusia ha sido comparada con el ingreso de la Alemania de Hitler a Checoslovaquia y Polonia; o la represión del mandatario venezolano con la que en su momento aplicaron las más duras dictaduras; o el papel que en la década de las dictaduras en la región cumplió la Organización de Estados Americanos, hoy persigue que lo cumplan las nuevas entidades regionales al servicio del gobierno en funciones y en olvido de las poblaciones que se movilizan.
De igual manera, llama la atención cómo fácilmente se cambian los principios en función al papel que se cumple en la sociedad. A guisa de ejemplo, la participación de naciones amigas del país estuvo muy bien recibida en las jornadas de octubre de 2003, pero quienes entonces avalaban esa presencia, hoy la rechazan en la Venezuela de Maduro por injerencista.
En consecuencia, es también en estos momentos de crisis cuando surge la necesidad de restablecer el valor de los principios, más allá de los intereses inmediatos de los actores, porque lo que prima sin ellos es la profundización de un pragmatismo cínico que provoca la desinstitucionalización democrática que tanto ha costado a los pueblos de la región.
Si a ello se suma el manido recurso de buscar un enemigo permanente, el esquema de poder está dado y sólo resta aplicar la fuerza que ese esquema otorga al que lo define.
Pero, como se señala al principio, vivimos un tiempo de cambios estructurales en el planeta y no sólo de actitudes individuales, que, más bien, se van adecuando a lo que exigen las circunstancias relativas al ejercicio y reproducción del poder.
Esta realidad mutante exige, pues, profundos debates que, lamentablemente no se dan. En el país la situación llega a extremos tales que la propia polarización política interna se refleja en las posiciones sobre lo que está sucediendo en el planeta. Ya en curso, en la temprana campaña electoral, el debate se aleja cada vez más de este tipo de cuestiones claves para definir nuestra inserción en este mundo globalizado e interdependiente. Priman el insulto, la descalificación, incluso ante situaciones que, más bien, exigen coordinación, como las inundaciones.
Ojalá que lo que está sucediendo en el mundo, con particulares aristas en la región y en el país, sensibilice a los actores políticos, de manera que, sustrayéndose de un activismo de corto plazo, se esfuercen por ofrecer a una ciudadanía desconcertada algunos caminos de reflexión.