Domingo, 9 de marzo de 2014
 
Vivir la violencia de la palabra

Vivir la violencia de la palabra

Jesús Pérez Rodríguez, OFM..- Para muchos cristianos, la Sagrada Cuaresma no significa nada en su vida espiritual ni en sus relaciones con los demás. Para otros, comienza propiamente en este primer domingo. Pero para un grupo de cristianos, aunque pequeño, la Cuaresma dice mucho y debiera decir mucho para todo el que se llama cristiano y, especialmente, para los que han recibido la ceniza sobre sus cabezas, con las palabras de Cristo que hemos escuchado: “Conviértete y cree en el evangelio”.
La CUARESMA es el “tiempo de preparación por el que se asciende al monte Santo de la Pascua”. La PASCUA no es un evento, sino un acontecimiento nuevo que se produce cada año, se actualiza en cada celebración eucarística. Así pues, en cada Pascua, Cristo nos comunica su gracia, su alegría, la vida nueva que alcanzó con su Muerte y Resurrección.
Se viene la Pascua; eso es la Cuaresma, preparación a la Pascua. Todavía mucho más, la Cuaresma es un inicio de todas las celebraciones pascuales, es el primer drama, cuyo desenlace es Pascua de Resurrección.
Se inicia este tiempo con este primer domingo, llamado domingo de tentación; cada año se lee el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús tentado es el prototipo de toda persona que atraviesa el desierto de la vida entre múltiples tentaciones o insinuaciones al mal. No olvidemos que el desierto en sentido bíblico es el lugar de intimidad con Dios. El desierto es el lugar de la pruebas, de las tentaciones y las intimidades con el Señor. En este domingo del ciclo A, Mateo nos narra la realidad de Jesús que se fue desplegando a lo largo de toda su vida.
Las tentaciones no son un episodio aislado de la vida de Jesús. Podríamos decir que las tentaciones se ensamblan con la oración del Huerto de los olivos: “Padre, pasa de mí si es posible este cáliz... Y, también con el momento en que se halla en la cruz, “si es el Hijo de Dios, que descienda de la cruz...”.
Las tres lecturas de este domingo nos dan un mensaje unitario: el hombre es tentado, la presencia e inclinación al pecado existe, ha existido y existirá en cada persona y se nos pide luchar si queremos llegar a la Pascua, renovados y convertidos. Por ello es muy importante y necesario aprovechar y tomar en serio los recursos pedagógicos litúrgicos de la Cuaresma: la ambientación más seria de los templos en este tiempo, las oraciones más penitenciales como también las lecturas son, sin duda, una ayuda para vivir la Cuaresma, caminando hacia la Pascua en actitud de conversión.
Es un llamado a tomar en serio nuestra vida para que esté acorde con el evangelio, con la vida de Cristo. Un llamado a tomar en serio el ser discípulos misioneros, a “tomar parte en los duros trabajos del evangelio”. Me da pena que estos llamados reiterados del Papa Francisco no tengan mayor cobertura en los medios de comunicación.
En la Cuaresma, la figura de Abraham a quien Dios le pidió que “saliera de su tierra”, o sea, que rompiera con el pasado, sin saber a dónde iba a ir, es una invitación para todos al desarraigo, a no vivir instalados. Lo más llamativo es que cuando Dios llama a Abraham, este es un pagano. Abraham inició un proceso de conversión en la respuesta. El itinerario en la fe le fue muy duro.
Al igual que Abraham, todo bautizado es un llamado. Este llamado hay que revisarlo y reavivarlo a lo largo de este tiempo de Cuaresma, ¿Nos sentimos llamados de Dios en todo momento? ¿De qué tendríamos que despojarnos para poder seguir a Cristo en fidelidad? La vocación cristiana como la de Abraham lleva aneja una alianza y una promesa de bendición condicionada por una respuesta de fe.
Cristo llegó a la gloria de la Resurrección siendo obediente y fiel a la voluntad del Padre. Por la cruz vamos a la alegría de la Pascua. Se pone delante del cristiano el hecho de la Transfiguración para animarnos a asumir la propia cruz, la que nos toque, no la que quisiéramos. La cruz no es destino cuanto camino a seguir para llegar a la felicidad perfecta en el reino de los cielos.