EDITORIAL
Hacia el fin de la bonanza
Hacia el fin de la bonanza
Todos los datos indican que estamos asistiendo al fin de un ciclo de bonanza por lo que urge tomar medidas para amortiguar la caída
Después de más de ocho años durante los cuales las buenas noticias en materia económica se sucedieron una tras otra para dar cuenta de una de las épocas de mayor bonanza de la historia de la economía boliviana, durante los últimos días se han publicado dos informes que sólo deberían ser interpretados como las primeras señales de alarma sobre la posibilidad de que las más pesimistas previsiones sobre el futuro próximo podrían estar a punto de hacerse realidad.
La primera de las informaciones a las que nos referimos es la que da cuenta de que durante el primer mes del presente año se produjo la primera caída del valor de las exportaciones de los últimos diez años. Según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), el valor de las exportaciones bolivianas cayó un 16 por ciento en enero de 2014 en relación con el mismo periodo de 2013. Por su parte, y para agravar las proyecciones negativas, las importaciones crecieron en 2 por ciento dejando durante el primer mes del año una caída del 51 por ciento en el saldo comercial de nuestro país.
Casi simultáneamente a la difusión del informe mencionado se hizo público el anuario estadístico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) según el cual Bolivia se ubicó, en la gestión 2013, en el primer lugar de los países de la región que exportan materias primas, principalmente hidrocarburos y minería. Dato que no sería del todo negativo si no estuviera directamente relacionado con el hecho de que Bolivia ocupa el último lugar de la lista de los países exportadores de productos manufacturados.
Como es fácil constatar, la combinación de todos esos datos estadísticos da como resultado una perspectiva muy peligrosa si se proyecta la tendencia hacia el futuro. Es que al ser Bolivia el país más dependiente de las exportaciones de materias primas y al mismo tiempo el de menor diversificación económica, es por consiguiente el más vulnerable a una eventual caída del precio de las materias primas en el mercado internacional.
Desde una visión optimista, podría minimizarse la importancia de esos datos estadísticos y alentar la esperanza de que trate sólo de una breve interrupción de una tendencia positiva. Sin embargo, si se observan las cifras desde una perspectiva histórica, se verá que la caída marca el fin de una tendencia ascendente del valor de nuestras exportaciones que se mantuvo sin interrupciones durante los últimos 10 años. Y el panorama es aún peor si se observa la composición de nuestra oferta exportadora, pues se verá que en la misma medida en que aumentó la importancia relativa de las materias primas, fue disminuyendo la de artículos manufacturados. Es decir, con cada año transcurrido, fue incrementándose nuestra dependencia de materias primas lo que hace que nuestra economía sea hoy más vulnerable que hace una década.
Siendo esa la realidad y tan fehacientes los datos que indican que estamos asistiendo al fin de un ciclo de bonanza, bueno sería, antes de que sea demasiado tarde, que se adopten los recaudos necesarios para que la caída no sea demasiado dolorosa.
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