Martes, 11 de marzo de 2014
 

EDITORIAL

. La responsabilidad colectiva

. La responsabilidad colectiva



La indisciplina, los malos hábitos y, sobre todo, la falta de una cultura ciudadana basada en el respeto al prójimo, son los factores preponderantes

Concluidos los festejos carnavaleros, que en nuestro departamento duran un poco más de lo que manda la tradición universal, se ha iniciado la etapa de las evaluaciones. Y al llegar a ese punto, el accidente ocurrido durante la entrada de Oruro el pasado sábado de Carnaval y el desmoronamiento de unas graderías durante el Corso de corsos en Cochabamba son los hechos que más se han destacado.
Una evaluación, en éste como en cualquier otro caso, puede ser un ejercicio muy enriquecedor siempre y cuando se lo haga con espíritu autocrítico, con honestidad y buenas intenciones y, sobre todo, con el propósito de extraer de la experiencia las lecciones necesarias para enmendar errores y reforzar los aciertos. Se convierte en cambio en una práctica más morbosa que constructiva si lo que se propone es sólo desprestigiar los actos de los adversarios, que es como en circunstancias como las actuales suelen actuar concejales o asambleístas que en su afán de presentarse como guardianes del bien común se atribuyen el papel de cazadores de supuestos culpables y amenazan con exigir informes e iniciar procesos a las autoridades que no gozan de su simpatía.
Tal manera de actuar en nada ayuda a identificar los problemas y mucho menos a resolverlos. Muy por el contrario, al poner toda la responsabilidad, tanto de los aspectos positivos como de los negativos, en manos de funcionarios públicos de diversas reparticiones estatales, no hace más que impedir que la atención se dirija hacia la ciudadanía en general, cuya conducta es en verdad la única que puede hacer alguna diferencia, para bien o para mal, en todo lo relativo a la vida nacional.
En el caso de los saldos que dejan los festejos carnavaleros, la importancia de la conducta colectiva es más notable que nunca. Basta ver el esmero con que la mayoría de la gente, con relativamente pocas excepciones, se dedica a burlar cuanta norma se establece para minimizar riesgos y dificultades, para comprender que la indisciplina, los malos hábitos y sobre todo la falta de una cultura ciudadana basada en el respeto al prójimo, son en verdad los factores preponderantes a la hora de explicar los aspectos más negativos de los balances carnavaleros.
En efecto, más allá y a pesar del carácter espectacular que se pretende dar a las investigaciones de los hechos luctuosos que suelen enlutar los festejos de Carnaval –así como los que se producen a lo largo de todo el año– lo cierto es que gran parte de las causas está fuera del alcance de autoridades ediles o policiales, pues no hay fuerza pública capaz de poner algún orden y controlar los excesos de una sociedad que sistemáticamente se niega a cumplir con lo que mandan las normas y hasta el más elemental sentido de prudencia.
Por supuesto, nada de lo anterior significa que las autoridades públicas no tengan que asumir la parte de responsabilidad que les corresponde y mucho menos que sus actos estén libres de la evaluación crítica indispensable para cualquier mejora. Así lo confirma la eficiencia de medidas como la imposición de ciertos límites a la venta de bebidas alcohólicas, entre otras, que a pesar del esmero con que fueron burladas, sobre todo por la gente joven, dieron resultados positivos.