OBSERVATORIO
¡Urgente! hay que rescatar la democracia
¡Urgente! hay que rescatar la democracia
Demetrio Reynolds.- ¿Qué hacer para que la oposición se convierta en una sola fuerza electoral? La postulación unilateral por grupos es inútil, a menos que sólo sea por los curules para subastarlos después en el mercado negro. Aunque no fuera así, las alianzas sobre intereses subalternos tienen esa apariencia. En tiempos electorales, hasta las apariencias cuentan.
Se decidirá el destino de Bolivia por el tiempo que quiera el jefazo, y no es poco. Ya lo anunció: “No estamos de paso; hemos venido a quedarnos”. Puede ser, si logran otra vez los dos tercios en el sindicato legislativo; el cual, como se ha visto, tiene un poder superior a la propia Constitución de la Glorieta. El totalitarismo ya se pintó de cuerpo entero; de allí a la dictadura sólo hay un paso; ése podría darse en octubre.
Por lo poco que falta, parece que todo estuviera definido: las características del evento, los candidatos, y también el resultado. En el lado oficialista, no es un partido el que está en campaña. Por orden presidencial, es todo el Gobierno. Cuando un rival se sobrecarga de ventajas a través de recursos no precisamente éticos ni legales, la democracia se convierte en parodia; el resultado, en triunfo ilegítimo. Como van las cosas, allí estamos yendo.
La oposición no es que no tiene candidatos; así como los tiene, ojalá no los tuviera. Se van conformando tres agrupaciones con sus respectivos líderes. Por sus antecedentes con el pasado neoliberal, la posibilidad de competir con Morales es nula. La artillería ofensiva de éste se sustenta justamente en la contraposición radical a esa política. Según el sondeo recientemente divulgado, la suma de los tres no alcanza ni a la mitad de la votación oficialista. “A que vuelvan los otros, (el mal mayor) prefiero que siga el Evo”. Así dice la gente en la calle.
De ello se deduce que si se quiere cuando menos reponer el equilibrio de fuerzas en el parlamento, (que sería iniciar el “rescate”) es forzoso cambiar de candidato; así en singular: uno sólo. Y aquí surge el gran desafío. Significaría renunciamiento para unos y audacia heroica para el postulante. El acuerdo por esa causa suprema permitiría omitir las siglas partidarias. Es una prueba de fuego para saber quiénes están por la democracia y el país, y quienes sólo buscan ventajas coyunturales.
El alcalde de La Paz, Luis Revilla, ha manifestado a la prensa que no piensa intervenir como candidato presidencial; lo cual no parece oficioso ni traído de los cabellos. La búsqueda dramática de una figura política nueva, sin compromiso con el pasado, hace barajar nombres; el de Revilla suena con insistencia en los ámbitos de la población mestiza urbana, la que fue borrada de la boleta censal, la que aplazó a los jueces masistas; la oposición verdadera, en fin, que hoy por hoy, carece de liderazgo. ¿Es una idea descabellada? Tal vez, pero no tanto como el asegurarse con las propias manos la derrota y entregar en bandeja a Morales la reelección indefinida. La disyuntiva crucial es: dictadura o democracia.
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