Miércoles, 19 de marzo de 2014
 

EDITORIAL

“No sólo ser honesta...”

“No sólo ser honesta...”



Hasta ahora, la actuación del TSE deja mucho que desear. Es de esperar por eso que los compromisos asumidos por su presidenta se plasmen en los hechos

La reciente entrevista que la presidenta del Tribunal Supremo Electoral otorgó en pasados días, debe ser registrada como un compromiso de garantizar la trasparencia y limpieza de las próximas elecciones generales.
Hasta ahora, la actuación del TSE deja mucho que desear. El papel que cumplió en la limitación de información en las elecciones de las autoridades del Órgano Judicial, sus resoluciones sobre transgresiones, su incapacidad de hacer cumplir la norma que prohíbe el uso de bienes del Estado para las campañas electorales (como está sucediendo y en el caso de la elección del gobernador del Beni), son ejemplos de que no ha podido resistir como corresponde las seguramente fuertes presiones gubernamentales.
Eso es consecuencia de haber vuelto a partidizar la elección de vocales en función a eventuales mayorías políticas. Lamentablemente, los operadores del MAS (como en su tiempo los de Acción Democrática Nacionalista) no han sabido calibrar la importancia de que siga primando el espíritu del acuerdo de 1991 entre los partidos con representación parlamentaria, por el cual se conformó el órgano electoral con personalidades de reconocido prestigio moral y profesional.
Hay generalizada coincidencia en que fue, en gran parte, gracias a ese acuerdo que el sistema democrático ha podido sostenerse hasta la fecha, pues sin él su deslegitimación era inexorable. Este espíritu fue asumido por la ciudadanía como se demostró el año 2001 cuando, al impulso de la entonces Vicepresidencia de la República, se intentó volver a elegir a militantes o simpatizantes de los partidos políticos como vocales electorales. La reacción en contra de varios sectores de la sociedad hizo que se tuviera que revertir esa decisión y nuevamente primara el espíritu del acuerdo de 1991.
Pero, lo que no pudo conseguir el viejo sistema político partidario (con algunos honrosas excepciones), el MAS lo hizo y conformó el órgano electoral con ciudadanos afines a ese partido o al proyecto político que impulsa. Sin embargo, la responsabilidad final, como sostiene la presidenta del TSE es de los vocales y su capacidad de dirigir un proceso electoral limpio, que legitime a quienes resulten elegidos y al sistema electoral en sí mismo.
En ese proceso, hay decisiones cruciales que deben adoptar, como la nueva asignación de curules en la Cámara de Diputados, en función a los resultados del último Censo Nacional de Población o respetar la libertad de información. En el primer caso, se espera que la reasignación responda a criterios eminentemente técnicos y no a presiones regionales ni partidarias. En el segundo, se espera que se respete la agenda informativa de cada medio y el TSE sólo intervenga para garantizar el cumplimiento de las normas sobre propaganda electoral y difusión de encuestas. Tratar de inmiscuirse en contenidos, sería impertinente y sólo acrecentaría susceptibilidades.
Se trata de sólo dos temas de los muchos que hay y que conforman un duro desafío a los vocales del TSE que, para enfrentarlo, deben recordar aquello de que la mujer del César no sólo debe ser honesta sino también parecerlo.