Jueves, 20 de marzo de 2014
 

EDITORIAL

FANCESA otra vez

FANCESA otra vez



Mientras las verdaderas necesidades de Chuquisaca yacen por décadas en el olvido, nuestros dirigentes –los de hoy, así como los que les antecedieron– nos mantienen sometidos a la interminable y estéril disputa por el control de FANCESA.

Por obra de la nimiedad mental de sus líderes y dirigentes, este departamento parece estar condenado a perpetuar la penosa y secular medianía que caracteriza a los distintos ámbitos de su actividad.
El paro convocado por el Comité Cívico de Chuquisaca para el día de hoy es una nueva e indiscutible demostración de los niveles, ya extremos, a los que puede llegar la inmoralidad y total falta de visión de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de conducir los intereses de esta parte del país.
No otra cosa se puede interpretar si se ha tenido la audacia de convocar a las fuerzas morales de toda una población a un paro sobre la base de consignas mentirosas, intereses de poder y juegos políticos y electoreros en torno a la Fábrica Nacional de Cemento (FANCESA).
En momentos en que se reconfigura el mapa de la producción nacional de cemento, las decisiones que pueda tomar hoy FANCESA resultarán determinantes para su futuro empresarial y, sobre todo, para la conservación y consolidación o la paulatina pérdida de su principal mercado: Santa Cruz y el oriente boliviano. Por desgracia, esas decisiones, que tienen carácter estratégico y técnico, han sido irresponsablemente trasladadas a las calles por la inconciencia de quienes ahora promueven un paro que, en el fondo, esconde otro tipo de intereses.
Cabe recordar, aquí, que la Fábrica de Cemento fue creada a raíz del terremoto ocurrido en Sucre en 1948 en el marco de una política de fomento del desarrollo regional; pero, sin embargo, al margen de generar moderadas utilidades y consabidas cuotas de poder para sus tres dueños públicos, sólo auspició y consolidó un sistema de transporte y comercialización que se convirtió, en los hechos, en su único y principal beneficiario. Y esa es la realidad que hoy, así como hace diez o veinte años atrás, configura el actual conflicto cívico-político.
Pero más allá de lo que pueda suceder con el conflicto desatado en torno al proyecto de la nueva línea de producción de FANCESA, debería movernos a un profundo y necesario análisis la penosa constatación de que el paro de hoy –al margen de su éxito o fracaso– es un paro contra Sucre y Chuquisaca; es una medida que solamente conseguirá ahondar las huellas de la división en un Departamento que, como el nuestro, ante todo necesita de unidad para combatir su atraso y marginalidad.
Chuquisaca tendría que movilizarse para buscar atención y solución a problemas realmente apremiantes para su desarrollo y no así en torno a una Fábrica que, si bien juega un papel importante en la economía local, no es ni puede ser el eje central de una ciudad que, como la nuestra, no vive precisamente de la actividad industrial.
Cómo es posible, por ejemplo, que los esfuerzos de un comité cívico, a todas luces secuestrado políticamente, o del influyente sector del transporte pesado, no se concentren en materializar la construcción de una carretera que vincule a Sucre con Santa Cruz, por citar tan solo un ejemplo.
Así pues, mientras las verdaderas necesidades de Chuquisaca yacen por décadas en el olvido, nuestros dirigentes –los de hoy, así como los que les antecedieron– nos mantienen sometidos a la interminable y estéril disputa por el control de FANCESA.