Domingo, 23 de marzo de 2014
 

CARTUCHOS DE HARINA

Mucha filosofía por causa de un ex fiscal

Mucha filosofía por causa de un ex fiscal

Gonzalo Mendieta Romero.- Desenterré los Pensamientos de Marco Aurelio, cuya lectura discriminé por 20 años, lo que espero no me traiga consecuencias penales. Afortunadamente nadie defiende (aún) con juicios criminales a los despreciados clásicos romanos (y no quiero dar ideas a algún ministro, fiscal o juez, que es lo mismo).
En ese libro, Marco Aurelio indaga: “¿En qué empleo en este momento mi alma? He aquí lo que hay que preguntarse (…) y de quién es el alma que tengo ahora. ¿Será la de un niño, la de un mancebo, la de una mujerzuela, la de un tirano, o por ventura la de un jumento o una fiera?”
Para no habitar el alma de las fieras, evité hoy escribir únicamente sobre el ex fiscal Soza. Porque se trata de un malandra (como dicen los tangos), según el clamor popular y gubernamental. Pero el éxito profesional que tuvo el ex fiscal fue facilitado por el Gobierno, que lo desprecia ahora por “delincuente”, con ingratitud. Ya una pieza del folklore advertía, sin pretensión filosófica, que la ingratitud se paga con ingratitud también. Queda por ver quién será más ingrato: si Soza o el Gobierno.
Para consuelo de Soza, el Presidente también llamó “delincuentes confesos” a los ex presidentes enjuiciados y a los impulsores del voto nulo en las elecciones judiciales. Esto no significa que Marcelo Soza será designado agente de Bolivia en La Haya, pero confirma que las opiniones presidenciales, aunque vehementes, no son definitivas. Si lo sabrá Michelle Bachelet, quien pese a la buena ley y mesura de Evo en Santiago, no estuvo dispuesta a olvidar sus imprecaciones de anteayer.
Me rehúso, entonces, a dedicar esta columna a las diversiones del emperador o a las fieras que alguna vez usó para perseguir cristianos. Por si acaso me refiero a Marco Aurelio, quien pese a ser un estoico, pensaba que los cristianos eran díscolos a los que cabía aplacar a la mala. No sé si fue por virtuoso, pero persiguió a los cristianos sin rodeos y sin ocultarse en sus fiscales.
Marco Aurelio instaba a que nos preguntáramos de quién es el alma que llevamos ahora. Por mi parte, el alma que prefiero es la del espectador cómodo que, con espanto, risa e incredulidad, ve cómo algunos actores del poder nacional se sumergen, inconscientes, en el lodo. Y es por esto último que la obra de estos años en Bolivia, de corte histórico-político, tiene trasfondo filosófico. Lo veremos.
Heráclito --uno de los admirados de Marco Aurelio-- padecía de hidropesía. Para tratarse ese mal, debía sumergirse en barro. Así eliminaba los líquidos que, provocando llagas, acarreaba en sus tejidos. Alguien decía que quizá la cura en lodo de Heráclito era una metáfora: para sanar el alma, primero hay que nadar en bosta.
Hundirse en el fango tiene, entonces, connotaciones filosóficas. Si es así, como país vamos por el camino adecuado. Los bienhechores ideales de igualdad, que sin duda han dado frutos en estos años, vienen escoltando unas cargas de estiércol. Vamos por tu senda, Heráclito.
Decía por eso que entre todas, elijo el alma del cómodo espectador. A veces salpica algo, pero no es para hacerle ascos. Sería peor dirigir la obra, con riesgo de perder el olfato. Porque si los directores creen que su alianza con Soza se puede borrar con una línea de prensa, andan algo perdidos.