EDITORIAL
Relaciones con los vecinos
Relaciones con los vecinos
Además de revisar su política internacional, el Gobierno tendría que poner el tema en la agenda del debate electoral
Hay una percepción generalizada en sentido de que la política exterior del país ha dado prioridad a criterios ideológicos, antes que los de la salvaguarda de los intereses nacionales. En este sentido, se privilegia la relación con el eje Caracas-Quito, con ramificaciones a Nicaragua y algunos países del Caribe que, de acuerdo a los resultados y salvo en circunstancias en que Venezuela era el inversionista principal de esa asociación, no va más allá de una prolífica retórica.
En cambio, se ha dejado en un nivel secundario las relaciones con los países vecinos, con los que las cosas no parecen ir por el camino adecuado. Así, con Chile hay una relación especial que ha sido abordada en diversas ocasiones.
Brasil ha dejado de tener embajador desde el caso de la fuga del ex senador Róger Pinto a esa nación, que ahora se agrava con la fuga del ex fiscal fuerte de este Gobierno Marcelo Soza. Además, la torpe e injustificada ocupación de instalaciones de Petrobras el día de la nacionalización de los hidrocarburos y el hecho de que muchas de las iniciativas impulsadas por Brasil, que es nuestro principal mercado de gas, han sido sistemáticamente archivadas por el Gobierno, salvo en rubros en que había afinidades ideológicas, como, por ejemplo, la construcción de la carretera por el Tipnis o la débil reacción del Gobierno boliviano frente a la construcción de represas en territorios comunes.
Con Perú la situación tampoco es fácil. El Congreso peruano retrasa sistemáticamente la aprobación de los acuerdos de Ilo, se ha suspendido un encuentro presidencial por razones de agenda y aparecen síntomas de creciente desconfianza, más aún por la pragmática y beneficiosa participación de Perú en la Alianza del Pacífico que ya ha reportado importantes logros económicos a los países que la conforman (Perú, Colombia, México y Chile) y en la que por gravitación el país debería participar salvo, una vez más, adherencias ideológicas.
Con Argentina podría haber un mejor entendimiento dadas las afinidades políticas entre ambos gobiernos. Sin embargo, las políticas comerciales y económicas del vecino país afectan severamente a sectores productivos del país como el de las frutas, particularmente plátanos del Chapare, que, además, tiene connotaciones de orden geopolítico. Incluso se esperaba que la relación comercial mejore con la salida de uno de los ortodoxos del kirchnerismo, pero hasta ahora no hay mayor predisposición al respecto.
Con Paraguay sí ha habido un reacercamiento de posiciones a partir de la elección del nuevo mandatario y su buena predisposición hacia Venezuela y el país, en un principio poco correspondida por el Gobierno. Las negociaciones para venta de gas, así como para atender la zona fronteriza pueden ser una buena base de reencuentro, siendo, además, las dos naciones de la región sin salida propia al mar.
Sería, pues, conveniente que el Gobierno se animara a revisar su política internacional. Además, sería pertinente, en tiempos electorales como los que ya vivimos, introducir este tema en el debate y, de esa manera, ofrecer al país visiones de futuro y no sólo grescas sectarias.
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