OBSERVATORIO
El mar y la “diplomacia de los pueblos”
El mar y la “diplomacia de los pueblos”
Demetrio Reynolds.- Se reactivó de pronto como un volcán: un realismo mágico con “resultados”, tal como se anhelaba. Y no había estado tan lejos como se suponía. La Haya está mucho más lejos que Santiago, desde luego. El libro “Tan lejos del mar”, de Robert Brookmann, lleva en la tapa el trasto de un buque abandonado en tierra, fiel imagen de la trágica frustración. Ahora ese símbolo tendría que cambiar; no va con la “diplomacia de los pueblos”.
Alguna vez se ha dicho que el jefazo nunca da puntada sin hilo; debe ser cierto, porque pese a las condiciones poco propicias para asistir a la posesión de la señora Bachelet, de todas maneras viajó; a algo tiene que haber ido. Chile definió su posición con claridad en la propia palabra de la mandataria: “Ya que Bolivia llevó el tema marítimo a La Haya, ése es el lugar para verlo”.
También se sabía que “Chile acepta reanudar diálogo, pero con exclusión del tema marítimo”. Es una respuesta a la idea de volver a la agenda anterior, y también para que no se repita el error de leer lo que no está escrito. ¿Y qué es lo que no estaba escrito? La palabra “soberanía”. Ahora no importa: “Tenemos cuatro años para consolidar el diálogo en base a la agenda de los 13 puntos”. ¡Una esperanza a contrapelo, sin duda! Se apostaría ciento por uno en contra.
Pero con la “diplomacia de los “pueblos” es diferente. Los pueblos no fingen tener sordera intencional; oyen y comprenden la necesidad ajena; hasta exaltan la figura política de un extranjero. En los spots divulgados se vio una muchedumbre que clamaba “mar para Bolivia”. Al decir de un converso plurinacional, crece allí cada vez más el apoyo a la demanda marítima; por lo que la solución, con el tiempo y las aguas, podría venir acaso por esa vía.
Por ahora lo efectivo es lo que las cámaras y micrófonos recogieron para explotarlo al máximo como propaganda preelectoral. En estos días, en el televisor o en la radio de inmediato uno tropieza con ese olor a incienso; pero les salió de película el show como si se hubieran entrenado. Lo de La Haya se verá en su momento; lo importante es el perfil del candidato; el “hermoso sueño” de reelegirlo tiene que ser realidad. Ése había sido el motivo real para ir a Chile.
En la propaganda se ve una escenografía cargada de significaciones simbólicas. Están lado a lado la “diplomacia de los pueblos” y la diplomacia tradicional; aquella representada por la fornida estampa del jefazo y la otra, por la figura encogida y silenciosa del Canciller. Frente a la muchedumbre de los indígenas mapuches y una marea de banderas rojas, Morales incluso hizo vivar a Chile, como si ya le hubieran aceptado volver al Pacífico, mientras que sobre el desolado paisaje donde se halla anclado el vetusto buque solitario, parece resonar como antaño la frase épica del héroe en el Topáter: “Que se rinda su abuela, carajo”.
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