Lunes, 31 de marzo de 2014
 

DÁRSENA DE PAPEL

El Gran Cuñado

El Gran Cuñado

Oscar Díaz Arnau.- “Contrato de BoA por Bs 18 millones con la esposa de un hermano de García Linera. Pero no es nepotismo. Mejor hablemos del Dakar, ¿no?”. Con ese tweet, el mismo día del último vodevil del Gobierno y aturdido por el estupor que a más de uno provocó el oír la confesión del Vicepresidente casi, casi en cadena nacional, he sido poco amable e injusto. Esta es una satisfacción pública.
García Linera lo explicó muy bien, como suele ser su costumbre. El catering que la aerolínea estatal le otorgó a una cuñada suya por adjudicación directa, sin licitación, es producto de “un contrato legal, no hay tráfico de influencias ni hay nepotismo…”. Después dijo algo que moralmente lo enaltece, aunque legalmente lo condene: “…es un contrato de un familiar en segundo grado mío que no acompaña mi comportamiento ni discurso ético, de que ningún familiar cercano a Presidente, a Vicepresidente, debe tener algún tipo de contrato, acuerdo o trabajo con el Estado; y por ello, he solicitado que en las siguientes horas se rompa, se rescinda ese contrato…”.
De un momento a otro, por esos azares de la política, García Linera se vio atrapado en la disyuntiva de tener que elegir entre lo legal y lo ético, y entonces le sobrevino la culpa, ese monstruo tan terrible que, como la pena, no deja dormir. De solo pensar en el mal rato que le tocó vivir, cualquier persona de bien habría de solidarizarse con él, dejando para otra hora la condena social, pero lo han metido en un aprieto demasiado grande y en estos casos delicadezas de ese estilo, en vez de consolar, ahondan la crisis.
El Vicepresidente tenía que sacarse la denuncia de encima lo antes posible y no se le ocurrió mejor idea que llamar a conferencia de prensa para anunciar, firmemente, como es su costumbre, que había decidido rescindir el contrato de BoA con su cuñada. Hasta ese instante, todos desconocíamos que él cumplía una función ejecutiva dentro de la aerolínea estatal. Más allá de este detalle administrativo, un oficioso jurista —leguleyo al fin— decía: “Si no se infringió ninguna norma, ¿por qué no dejó todo como estaba?”.
En rigor, García Linera debió poner el caso a disposición de la Justicia, que con su habitual diligencia hubiese mandado primero a investigar, luego a identificar responsables (si acaso hubiera) y finalmente, de ameritarlo, a dictaminar sanciones. Puede ser un magnífico vicepresidente, pero no está facultado para determinar qué es legal o ilegal; tampoco para ordenar la rescisión de un contrato en BoA o en Anaconda. Claramente, cometió un exceso (de gula) al dejar sin catering a su cuñada.
Por lo demás, el anuncio de un nuevo Dakar, la exacta mañana de la denuncia de que una cuñada vicepresidencial preparaba los sándwiches para los pasajeros de los aviones serpiente, es un gesto de cariño presidencial: en cuestión de dietas saludables, siempre será mejor una porción de rally antes que un indigesto problemilla familiar, ¿no? No quisiera ser descortés como lo fui por Twitter con el Vicepresidente, sobre todo después del acto de rectitud que tuvo, pese a haber incumplido su deber de acatar la Ley.
Aunque no haya respetado el derecho de su cuñada a seguir trabajando como cualquier mortal en detrimento de la manida presunción de inocencia, aunque las leyes bolivianas no alcancen a la familia cercana de las autoridades por desprendimiento político, dejo constancia, con esta satisfacción pública, que el señor García Linera, pudiendo ser un Gran Cuñado, antepuso el bien común al de sus parientes. Y eso aquí, donde la corrupción campea en su sofisticada forma sintética, eso aquí se agradece.