Martes, 1 de abril de 2014
 

EDITORIAL

La creciente concentración de la riqueza

La creciente concentración de la riqueza



Además de las obvias consecuencias económicas, la creciente brecha entre ricos y pobres puede llegar a poner en serio riesgo la estabilidad política

Un informe publicado hace no mucho por Oxfam Intermón, titulado “Gobernar para las élites”, ha tenido un fuerte impacto en el ánimo de quienes ven el rumbo que está tomando la crisis de la economía contemporánea y sus previsibles efectos sobre la calidad de vida de la mayor parte de la humanidad.
En líneas generales, lo que hace el informe es constatar, sobre la base de datos objetivos provenientes de instituciones oficiales e informes internacionales, que en el mundo está produciéndose una concentración cada vez mayor de riqueza en cada vez más pocas manos, mientras que crece en la misma proporción el empobrecimiento, en términos relativos aunque también con frecuencia absolutos, del resto de la humanidad.
Un dato que sintetiza la magnitud del fenómeno es el que indica que 85 individuos acumulan tanta riqueza como los 3.570 millones de personas que forman la mitad más pobre de la población mundial. Otro, que la mitad de la riqueza está en manos de apenas el 1% de todo el mundo. Si se considera que esos datos corresponden a cifras oficiales, y que hay grandes volúmenes de riqueza que se oculta en paraísos fiscales, el balance final es aún peor.
Quienes ven con escepticismo preocupaciones como la expuesta por Oxfam, relativizan el problema con el argumento de que ese fenómeno no es nada nuevo y que las desigualdades entre ricos y pobres son tan antiguas como la historia misma de la humanidad. Y en efecto, algo de razón tienen, como que ni los autores del estudio ni quienes comparten su preocupación pretenden afirmar otra cosa. Lo que se cuestiona, y sobre los que estudian el tema pretenden llamar la atención, es que la crisis económica que está socavando las bases materiales de gran parte del mundo están llevando esa tendencia a extremos insostenibles y que si no se adoptan las medidas necesarias para revertir esa tendencia, las consecuencias sociales y políticas podrían ser dramáticas, en un futuro no muy lejano.
Para respaldar la descripción de la realidad actual, y para demostrar que no se trata de un fenómeno ajeno a la voluntad de los gobernantes y de las políticas económicas por ellos adoptadas, Oxfam complementa su informe con abundante información acerca de las decisiones estatales que están ocasionando el fenómeno descrito y propone medidas básicas para modificar esa situación.
Entre las medidas recientemente adoptadas en gran parte de los países más ricos del mundo, Oxfam destaca la desregulación y opacidad financiera, los paraísos fiscales, la reducción de impuestos a las rentas más altas o los recortes de gasto en servicios e inversiones públicas para financiar millonarias operaciones de rescate de sistemas financieros quebrados por malos manejos.
Esos y otros planteamientos fueron presentados por Oxfam a los asistentes al Foro de Davos. Y aunque nadie alienta ninguna esperanza en la posibilidad de que se les preste atención, el impacto ideológico y político que tiene el abordaje de estos asuntos de interés colectivo tiende a crecer impulsado por las consecuencias prácticas que sobre la vida de grandes sectores de las clases medias y bajas tiene la crisis económica global. (Reedición)