Lunes, 7 de abril de 2014
 

EDITORIAL

La Ley de Minería, síntesis del extravío nacional

La Ley de Minería, síntesis del extravío nacional



Tres años perdidos en el vano afán de conciliar criterios alrededor de la minería nacional son una muestra de lo mucho que nos queda por hacer

Hace dos semanas, el 24 de marzo, en este espacio editorial, dábamos por hecha la aprobación de dos proyectos de ley a los que calificábamos como muy importantes para el futuro económico de nuestro país. Nos referíamos a las leyes de inversiones y minería y, guiándonos erróneamente por las versiones oficiales, dábamos crédito a la suposición de que no habían transcurrido en vano los tres años dedicados a la búsqueda de consensos. Grave error, como lo confirman los más recientes hechos.
“Más de tres años ha durado todo el proceso que está a punto de concluir. Durante todo ese tiempo, se hicieron muy grandes esfuerzos entre las diferentes instancias estatales y empresariales directamente involucradas en ambos temas para superar discrepancias y alcanzar los consensos mínimos imprescindibles para que las leyes elaboradas satisfagan las expectativas de todos los sectores”, decíamos.
La firmeza con que el presidente Evo Morales dio la orden a la Asamblea Legislativa Plurinacional para que el proyecto de ley de minería fuera aprobado “sin cambiar ni una sola coma”, y los antecedentes acumulados durante los últimos ocho años, permitían suponer que a pesar de sus limitaciones la aprobación del documento enviado por el Órgano Ejecutivo al Legislativo sería sólo cuestión de cumplir con una formalidad.
A tal error contribuyó la tácita aceptación de las organizaciones empresariales del sector privado de la minería, por una parte, y el muy elocuente silencio de todas las fuerzas políticas de la oposición que nunca alzaron una voz crítica, por otra, que permitieron suponer que ya nada impediría que el Gobierno saliera airoso en su plan de poner en vigencia las nuevas reglas para la explotación de la minería nacional.
Sin embargo, y a pesar de ello, decíamos también que “las excesivas concesiones que se hacen al sector de la minería cooperativizada, en desmedro tanto de la minería estatal pero sobre todo la privada”, conllevan un potencial conflictivo demasiado alto. “A tal punto llegan las discrepancias sobre el tema, que ha sido el Ministro de Economía uno de los más severos críticos de esa manera de encarar el futuro de la minería nacional”, agregábamos.
Lastimosamente, una vez más, la evolución del conflicto confirma que sólo con una visión escéptica sobre el verdadero poder de las fuerzas en conflicto se puede tener una cabal comprensión de cuanto está ocurriendo en nuestro país. En efecto, como muy pocas veces ha sucedido desde que el Movimiento al Socialismo asumiera la conducción del país, la voz de mando presidencial ha sido desoída por su bancada parlamentaria y ha sido desde su propio núcleo, y no desde las filas de la oposición, que no se ha acatado la instrucción presidencial.
El asunto, como es evidente a la luz de los antecedentes y las circunstancias actuales, no es de poca monta. Significa que a estas alturas de la historia, el desconcierto sobre la mejor manera de resolver nuestros desafíos políticos y económicos es todavía mayor que cualquier certidumbre. Y eso es bueno, porque deja abierto un horizonte que no podrá ser cerrado por ningún dogmatismo.