Jueves, 10 de abril de 2014
 

CARA O CRUZ

Xenofobia

Xenofobia

Raúl Peñaranda.- Todas las fobias son negativas. Una de las peores es la xenofobia, odio a los extranjeros. Yo soy boliviano, pero aun así he sido víctima de ese sentimiento. Nací en Santiago de Chile en 1966, pero vivo en esta tierra desde 1967, primero sin que me preguntaran, porque tenía 11 meses de vida cuando llegué, y luego por decisión propia, cuando fui adulto. Me enorgullezco de mi familia y mi identidad. Respeto al país de mi madre chilena y, como me gusta siempre decir, tengo la mejor abuela del mundo… y reside en Chile.
Y porque todas las fobias son negativas, ha hecho mal el propietario de La Época, Hugo Moldiz, al publicar la foto de un pasaporte mío de los años 80 y dos páginas de textos en las que se me agrede y se miente descaradamente (paradójicamente yo fundé ese periódico y le di empleo a Hugo cuando lo necesitaba antes de que él finalmente comprara el semanario). Pero no ha hecho mal porque esa publicación me avergüence o me afecte, porque no lo hace, sino porque da un mensaje siniestro a las demás personas que trabajan en Bolivia y no han nacido en el territorio nacional. Muchos de ellos se desempeñan en el Gobierno.
Ha hecho mal la ministra Amanda Dávila por “acusarme” de haber nacido en Santiago. Ha hecho mal porque ha violado la Constitución del MAS, actualmente en vigencia, y la ley contra toda forma de discriminación, que ella impulsó. Ha hecho doblemente mal porque ella sabía desde hace años cual es mi lugar de nacimiento; ha hecho triplemente mal porque ha puesto en una posición muy incómoda a su viceministro, Sebastián Michel, que también nació en Chile.
La xenofobia es un sentimiento profundamente conservador, como el nacionalismo, como el racismo, como el clasismo. Demonizar a las personas por haber nacido aquí o allá ha causado las peores tragedias humanas, para empezar, dos guerras mundiales en el siglo XX, incluidos sus ominosos campos de concentración. Pero el rechazo a los distintos, a los de piel de otro color, a los que se aman con otros códigos, a los que vienen de otra parte, a los que creen en otros dioses, no es solamente conservador sino un sentimiento atávico, primitivo. La tolerancia es la marca de la civilización. Allí donde un pueblo, una autoridad, un propietario de periódico muestra intolerancia, muestra también falta de civilidad.
Cuando se me ataca por haber nacido en Santiago y se me intenta descalificar por ese hecho, se está cometiendo una falta grave, porque está en la línea de quienes, en el exterior, acosan y abusan a otros extranjeros, por ejemplo a bolivianos en Argentina.
Cuando se me ataca por no haber nacido en Bolivia, se está cometiendo una falta grave porque se pone en duda lo que hacen o hicieron personas ilustres en situación similar. Grandes bolivianos han nacido en el exterior, como Luis Espinal, Julio Borelli, Eduardo Pérez, Francesco Zaratti, Lorenzo Carri, José Gramunt, Paolo Agazzi o Mario Mercado, entre tantos otros. Y grandes bolivianos han llevado sus éxitos fuera de las fronteras, como el mariscal Andrés de Santa Cruz, que fue presidente de Perú y Bolivia, además de mencionar a importantes mandatarios bolivianos que nacieron en el exterior, como Simón Bolívar o Antonio José de Sucre.
Los gobiernos de derecha del mundo aceptan la xenofobia, se precian de ella, casi. Lo mismo ocurre en Bolivia. Era la última prueba que necesitábamos para demostrar que, de revolucionario, el régimen actual no tiene nada.
Pero, lamentablemente, personas como Hugo y Amanda están en todos los países. Por otros “hugos” y otras “amandas” del mundo hoy se expulsa a un salvadoreño de EEUU, se le impide trabajar a un argelino en Francia, se le niega la nacionalidad a un egipcio en Dubái, se le quitan los derechos a un gitano en Grecia. Por otros “hugos” y otras “amandas” un tutsi ve con desconfianza a un hutu, un palestino sufre en Israel, un musulmán ataca a cristiano, un boliviano es discriminado en Madrid.