Semana de los grandes recuerdos
Semana de los grandes recuerdos
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Hemos vivido cuarenta días de preparación a la Pascua. Por la Cuaresma llegamos a la Pascua. Esta Semana nos introduce a la Pascua. Por Cristo y en Cristo se va de la injusticia a la justicia; de las tinieblas a la luz; del egoísmo a la verdad y al amor. Esta semana que iniciamos el Domingo de Ramos se vive por los cristianos la semana de los grandes recuerdos.
Nos es muy conveniente revivir los recuerdos. La ignorancia o el olvido de lo pasado es un grave impedimento para la vida plena. Qué terrible es sufrir un ataque de amnesia: los que lo viven olvidan el pasado, se encuentran desorientados, desconcertados, sin poder vivir en plenitud el presente.
La gran semana cristiana, la Semana Santa, es la semana de los grandes recuerdos de nuestra fe cristiana y de la vida de nuestro Señor Jesucristo. Los recuerdos suelen tener un sabor variado, a veces agridulce. Los recuerdos de Jesucristo y de la santa Iglesia tienen para el cristiano una especial fuerza vivificante. Son mucho más que una mirada al pasado. Es un volver a hacer presente los hechos recordados. La sagrada Eucaristía es el memorial de la Muerte y Resurrección de Jesús. Él nos dijo: “hagan esto en memorial mío”. El concepto judío de memorial es más denso y fecundo que un simple recuerdo, es hacerlo actual. Por ello, en la Eucaristía Cristo se hace presente en el pan y en el vino consagrados.
La Semana Santa se inicia con la procesión de Ramos. Esta procesión recuerda la entrada triunfal de Cristo en la ciudad santa de Jerusalén. El objetivo es llenar nuestro corazón de entusiasmo, compartiendo aquella aclamación que llena de júbilo ovacionaba a Cristo con esta expresión: “VIVA EL MESÍAS”. No en vano el beato Juan Pablo segundo señaló para este día la Jornada Mundial de la Juventud en cada iglesia particular.
Nuestro Señor Jesucristo es el Mesías, el Salvador, el Redentor, único Señor de la vida y de la historia, él puede y quiere cambiar nuestra vida para que vivamos como hijos de Dios, único Padre y podamos convivir como hermanos. Por eso, todos desde el inicio de esta semana Santa debemos escoger y optar por Cristo, celebrándole y dándole nuestra pleitesía como a nuestro único REY y SEÑOR.
No se trata de recordarle intelectualmente sólo –son muchos los que le recuerdan fríamente con su mente– se trata de un recuerdo vivencial con toda el alma y el corazón. Hay que participar activamente en las manifestaciones, como ser las procesiones, ellas son nuestras manifestaciones de fe pública. Es muy necesario salir a las calles, llenar nuestros templos, vivir con alegría lo que conocemos y forma parte de nuestra fe cristiana. Algunos quisieran que redujéramos nuestra fe al interior del templo o del corazón. ¿Se pueden comparar nuestras procesiones con los actos públicos de los partidos políticos con las bienvenidas a deportistas o artistas? La falta de participación y de entusiasmo a nuestras manifestaciones públicas de fe, son un indicio de la poca profundidad en el vivir nuestra adhesión a Cristo. Cuidado, mucho cuidado, lo que no se celebra se olvida, no se vive.
La eucaristía de este domingo tiene dos elementos característicos, en primer lugar la entrada solemne, la procesión, llena de aclamaciones y júbilo y, en segundo lugar la proclamación del evangelio de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. A veces, resulta difícil conjugar estas dos partes o actitudes. La procesión de este domingo de Ramos no debiera ser solamente una entrada a la eucaristía: es la entrada a toda la Semana Santa. Cada eucaristía la iniciamos con una entrada, normalmente, pero la entrada de este día debe ser especial; es el recuerdo de la entrada de Jesús cuando llegó a Jerusalén. Es una pena que se reduzca para muchos cristianos católicos este domingo a rociar con agua bendita nuestras palmas y no nos demos tiempo para entrar de lleno en esta celebración con el gozo de aceptar y aclamar a Cristo como REY.
La lectura de la Pasión, nos afecta a todos y se refleja también en nuestra vida, a lo largo del año. El seguir a Cristo como sus discípulos, cargar con él la cruz diaria, es lo propio del cristiano. Necesitamos todos reafirmar con la procesión de ramos, la confianza en el triunfo de CRISTO que es nuestro triunfo. No estamos destinados a la cruz sino a la vida. No todo el año es Semana Santa. Las celebraciones de la Semana Santa, especialmente jueves, viernes y sábado que se unen a la solemnidad del Domingo de Resurrección constituyen lo que llamamos el Triduo Pascual, vienen a ser esos días como un faro luminoso que da sentido a la vivencia cristiana de todo el año.
El sacerdote antes de la procesión reza una bellísima oración que expresa el sentido profundo de este domingo de ramos: “recordando con fe y devoción la entrada triunfal de Jesucristo en la ciudad santa de Jerusalén, le acompañamos con nuestros cantos, para que, participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en su Resurrección”
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