DESDE LA TIERRA
María, forastera
María, forastera
Lupe Cajías.- Uno de los mitos más antiguos y debatidos es el de la madre forastera, desde Medea hasta María Antonieta y tantas otras. Aprovecho que es Semana Santa para compartir pasajes bíblicos sobre María (Mariam para los musulmanes) y su hijo, eternos migrantes.
María no está quieta desde que es presentada en los Evangelios como una muchacha en Nazaret que recibe la Anunciación; al saber su embarazo parte donde su prima Isabel, posiblemente esenia como ella. No puede parir en su hogar de Galilea, debe subir a Belén de Judea a empadronarse por orden del imperio romano. Apenas tiene su bebé, debe escapar con él en brazos a Egipto, eterno territorio rival de Israel. Pierde a su hijo adolescente en Jerusalén y es ella quien le pide el primer milagro en una fiesta lejos de casa, en Canán.
Desde esa revelación inicial hasta su Pasión, Jesús enfrenta permanentemente el mismo tema: ser forastero, ser extranjero. Las primeras acusaciones de los maestros de la Ley contra él son por ser “ese galileo”, hijo de María. Los fariseos buscan crear un ambiente negativo contra él entre los judíos acusándolo de pedir agua a una mujer de Samaria, pueblo considerado enemigo.
El eterno retorno de crear odios contra una persona o contra una comunidad por ser “extranjero” (“fremde”, en alemán) tuvo su espectáculo más trágico en los años 30 y 40 del Siglo XX en extensos territorios europeos. La persecución contra los judíos y contra los gitanos no fue exclusividad de los nazis; olvidamos con frecuencia los exterminios socialistas del estalinismo.
Alentar el odio al forastero, al diferente, llevó a las peores guerras, incluso cuando el mundo parecía haber aprendido la lección de la Segunda Guerra Mundial. Se desangró Ruanda entre tutsis, hutus y pigmeos, como se quebró la Europa Central y del Este con cicatrices que no pasan.
Uno de los perversos resultados del golpe militar contra Salvador Allende en Chile fue la xenofobia, especialmente contra bolivianos. Huáscar Cajías, testigo de esa oleada, escribió una serie de editoriales con ese tema en septiembre de 1973.
La terca humanidad sigue sin aprender esas lecciones. Un músico, otro pintor y algún intelectual sacaron a una funcionaria proba como Marcela Inch por ser madre de su hijo librepensante. Ahora último, el servicio de inteligencia disfrazado de voceros unisex, intentó acorralar a un periodista por ser nacido afuera, con el “agravante” de ser hijo de madre forastera. Dos mil años de la rueca mortal: liquiden al diferente.
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