Lunes, 21 de abril de 2014
 

PAREMIOLOCOGI@

¿Estado de derecho o de fuerza?

¿Estado de derecho o de fuerza?

Arturo Yáñez Cortes.- El estado de derecho o mejor, estado sujeto al imperio del derecho, es una de las más formidables creaciones de la humanidad y para lo que aquí me interesa, se caracteriza entre otros elementos por dirimir conflictos de valores e intereses con base a ciertas reglas de juego, establecidas por la ley y sin el uso de la violencia. Supone entonces, el abandono o superación de la ley de la jungla por la que se “resolvían” conflictos mediante el uso de la fuerza, usualmente bruta. Demás estará escribir, además, que el estado de derecho al constituir la representación jurídica del pluralismo, mantiene relación indisoluble con la democracia, pues ambos buscan asegurar la libertad, justicia, igualdad y seguridad jurídica, para así limitar el ejercicio del poder político en beneficio de la libertad individual, aunque sin descuidar los intereses sociales.
Así las cosas, la pregunta cae de madura: ¿La Bolivia plurinacional es un estado sujeto al imperio del derecho? La respuesta podría intentarse desde estos puntos de vista. El primero, manifiestamente ingenuo para no usar otra palabrita que podría ofender, es que SÍ de leer la NCPE cuyos arts. 1º y especialmente el 410, dicen: Todas las personas así como los órganos, funciones e instituciones públicas se encuentran sometidas a la Constitución que es la norma suprema del ordenamiento jurídico, etc.
El otro que me recuerda a GOETHE (la ley puede ser dura pero más dura es la realidad), es que NO. ¿Pruebas? Sostengo que el estado de derecho al que se refiere nuestra Constitución y que encarnaría según su 1er artículo, un estado democrático, ha quedado degradado a una simple callecracia en la que impera la ley del más fuerte o mejor del que tiene mayor capacidad de movilizarse (léase joder al prójimo) mediante bloqueos, dinamitazos, khaleaduras y demás abusos, muchos de ellos delincuenciales como lo demuestra más allá de toda duda razonable lo acontecido en las últimas semanas: el nuevo reculazo del Gobierno frente a los bloqueos de los mineros y sus dinamitazos ¿Qué dirá el Mingobierno con su ley que los prohibía, no? La paliza oficial a sus ex operadores en plena cárcel de Palmasola para que dejen de deschaparles por haber sido ejecutores de sus órdenes. O, para ver el otro lado de la balanza, el papelón del Alcalde Municipal de Sucre que dice haber “suspendido temporalmente” al Intendente Municipal, para que aclare algunas denuncias en su contra, ante el criminal bloqueo del centro de Sucre por comerciantes de mercados, a quienes el intendente intentó aplicarles la norma legal. ¿Será que al Sr. Alcalde le parece justo que sea suspendido a sola denuncia? ¿Tan pronto habrá olvidado sus justificadas protestas por aquella norma que hacía lo mismo con su autoridad, aunque a sola imputación?
Sólo ejemplifico los últimos sucesos en los que se ha usado como arma la capacidad de movilización para imponer por la fuerza su postura, más allá que en algunos casos el pedido pueda ser justificado, obedezca a la incapacidad de las autoridades o al capricho de los grupos. El hecho es que nuestro estado ha quedado degradado a un triste remedo de estado sujeto al imperio del derecho, por el salvaje y repetido uso de la fuerza, bruta, arbitraria y sobre todo impune, unas veces ante el impulso, complicidad, cobardía o incapacidad de quienes, cuando les conviene, ejercen autoridad (para aprovechar las peras del árbol), y otras, debiendo hacerlo, inaplican o hasta vulneran las leyes, muchas de ellas aprobadas por ellos mismos, eso sí con gran pompa y sonajas; con lo que aquella otra característica del estado de derecho que radica en que las leyes se aplican a todos por igual (ciudadanos y autoridades) terminó en la basura. Hasta la ley de leyes que declara: “Bolivia es un Estado pacifista, que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz” fue aprobada en medio de un baño de sangre en La Calancha y sus responsables y ejecutores siguen gobernando como si nada hubiera pasado, y otros son altos cargos de algún órgano estatal. Haríamos bien en recordar a RADBRUCH, cuando dijo: “La democracia es por cierto un bien preciado. El estado de derecho, sin embargo, es como el pan nuestro de cada día, como el agua para beber o el aire para respirar, y lo mejor de la democracia es precisamente que es la única organización adecuada para garantizar el estado de derecho”.