Lunes, 21 de abril de 2014
 
Aquel Viernes Santo

Aquel Viernes Santo

José Antonio Valda Plaza.- Un viernes hebreo, un viernes cualquiera, aquel Inocente yace en sufrimiento. En arisco montículo de rústica vía, debilitado resiste el cruel tormento.


Antes justo varón, ahora vil crucificado.
Despojado de su armadura divina,
ajusticiado está, en la cruz del madero.
. Abatido, desolado… cabizbajo.


Siendo cruelmente flagelado,
musitó lloroso, que estaba aterrado.
Tal azotaina ¿Quién la soportara…?
¡Desgarraron sus carnes por el terrado!


La Escritura reza el macabro vaticinio:
"Ante quién se vuelve el rostro...
despreciado y desecho de los hombres…
como cordero llevado al matadero…”
Epístola irrebatible de aquel augurio:
¡Desfiguraron su faz, horrendamente…!


María (Su Madre), deshecha y afligida,
contempla lacrimosa tal desolación,
Se muere su Jesús… su hijo amado.
Enmudece, solloza... no halla consolación.


Aquel Viernes Santo…
desgarrado fue el Velo del Templo.
El Hombre exhaló potente grito:
-Todo se ha cumplido-
y alzando los ojos al universo, expiró.


A la hora nona, un tal Jesús murió...


Y yo… minúsculo ser del infinito,
con errores y pecados (nada santo...)
creo que existió un Hombre Bendito,
que cambió la historia, aquel Viernes Santo...