EDITORIAL
La banalización del “Día de la Tierra”
La banalización del “Día de la Tierra”
Nuestro país, que en algún momento fue visto como un modelo a seguir, hoy es una muestra de la distancia que separa los dichos de los hechos
Hace unos días, el pasado martes 22 de abril, en Bolivia como en todo el mundo, se conmemoró el “Día Internacional de la Madre Tierra”. Y se lo hizo en medio de un creciente escepticismo pues este día, como muchos otros “días internacionales” dedicados a causas específicas, ha sido tan banalizado que quienes en verdad se sienten identificados con la causa a la que se dedica la jornada prefieren no sumarse a lo que cada vez tiene más el aspecto de un acto de hipocresía.
Ese es un fenómeno que está produciéndose en nuestro país como en todo el mundo. Es que se ha abusado tanto de las designaciones de los “Días Internacionales” de una y mil causas que ya no sirven más que para proyectar la impresión de que en verdad son motivos de preocupación cuando en realidad, a juzgar por las actitudes cotidianas, lo cierto es que son pocas las personas e instituciones que en verdad están dispuestas a tomar en serio la defensa de cualquiera de las causas a las que se dedica un día al año.
Es muy lamentable que eso ocurra porque la idea de concentrar durante un día la atención colectiva en un problema común, promoviendo ese día actividades dirigidas a concienciar a la población sobre ellos, no es en sí misma mala. Más aun tratándose de un asunto tan importante como la preservación de la salud planetaria, ante el que es cada día más urgente la necesidad de un viraje radical en las políticas públicas y actitudes individuales.
Esa falta de correspondencia entre las declaraciones de buenas intenciones y la práctica es más notable en el caso del “Día Internacional de la Madre Tierra”, pues es demasiado evidente la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y Bolivia se ha convertido en uno de los más claros ejemplos de los extremos a los que puede llegar ese doblez.
Es que si se tuviera que juzgar a nuestro país y a su gobierno por sus palabras, sería comprensible la imagen positiva que desde hace algunos años se proyecta hacia el exterior. Pero, si se fijara la atención en los hechos, el resultado sería diametralmente opuesto.
Como es fácil recordar, hasta hace poco nuestro país, a través de la imagen proyectada por el actual Gobierno, era visto como el más apto para asumir un lugar de vanguardia a escala planetaria en la adopción de políticas públicas para sustituir las fórmulas económicas basadas en la sobreexplotación de los recursos naturales y para cambiar las pautas de comportamiento colectivo a fin de entablar relaciones más armoniosas entre la humanidad y el planeta que nos acoge. A tal punto, que fue precisamente a instancias de la diplomacia boliviana que en la Organización de Naciones Unidas (ONU) se aprobó una resolución especial mediante la que se incorporó el término “Madre”, porque traduce el concepto andino de Pachamama, a la conmemoración del Día Internacional de la Tierra.
Tales expectativas están siendo frustradas y eso se refleja en la poca importancia que se da en nuestro país a la hora de legislar a la salud de la “Pachamama”, cuyas prerrogativas parecen haberse agotado en el preámbulo de la Constitución Política del Estado.
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