¿ES O NO ES VERDAD?
Motín al son de una banda de música
Motín al son de una banda de música
José Gramunt de Moragas.- El pasado domingo, 20 de este mes, el periódico Página Siete le hizo una larga entrevista a Salvador Ignacio Romero Ballivián, ex presidente de la Corte Nacional Electoral (2006-2008).
Conocí a Salvador Ignacio cuando era un chiquillo, despierto y estudioso. El muchachito publicaba un periódico: redactaba noticias y comentarios a su modo, con los medios más elementales, lápiz y papel. Cada edición tenía tres copias, una para el archivo de su director-redactorjefe-cronista-distribuidor, otra para sus padres y una tercera para su única suscriptora, quien pagaba el precio del periódico.
Salvador Ignacio se doctoró en el Instituto de Estudios Políticos de París y publicó varios libros sobre sistemas electorales. Actualmente reside en Honduras y es director del Instituto Nacional Demócrata.
¿Por qué Bolivia exporta cerebros? La entrevista giró alrededor del tema electoral, asunto de gran oportunidad, siendo así que sólo faltan seis meses para los comicios nacionales convocados por el gobierno del MAS para tratar de reelegir por tercera vez al binomio Morales-Linera.
Copio algunos párrafos de la entrevista. “El tema de las elecciones es fundamentalmente un tema de confianza”. “Es muy difícil administrar un proceso electoral si hay desconfianza ciudadana”.
La historia de los procesos electorales a partir del año 1951 fue muy difícil de administrar, empezando por el “mamertazo”. Luego vinieron otros comicios, con los mejores propósitos, pero no faltaron los fraudes: caciques reclutando campesinos y llevándolos de una localidad a otra para que votaran “ene” veces a favor del candidato oficialista.
Urnas llenas previamente con la papeleta del partido gobernante.
Trampas de toda índole con las actas. Y un largo etcétera.
A pesar de tantos motivos de desconfianza, al ciudadano común le gusta ir a votar. Me decía un taxista, en broma, que él ya tenía el dedo meñique morado de tanto haberlo mojado en el tintero de la mesa electoral.
Luego del retorno de la vía democrática, todavía sucedieron muchos tropiezos. Golpes militares, candidatos populistas, empantanamientos, cambalaches entre el primer elegido que cede el mandato presidencial al segundo, el voto “consigna” de los funcionarios públicos (practicado hasta hoy día con obscena desvergüenza). La penúltima o antepenúltima pirueta electoral fue la anulación de los comicios por haberse comprobado el fraude más escandaloso de la historia.
Hace pocos años se inventó el censo biométrico que registra con exactitud los datos sobre la población. Todo iba a ser tal exacto como dos y dos son cuatro. Pero esa tecnología es tan misteriosa que puede hacer cuadrar cifras incompatibles. ¿Se acabaron las trampas? No lo sé. Pero sí es evidente que hay muchas formas de manipular unos comicios. En particular, cuando un candidato inescrupuloso ve peligrar o debilitar sus esperanzas electorales.
Pues bien, el amotinamiento de los suboficiales y sargentos de las FFAA, ocurrido hace dos semanas, ha sido objeto de numerosos comentarios de prensa independiente que han censurado la discriminación que sufren unos 10.000 efectivos militares de baja graduación. Ver a esos hombres de uniforme marchando al son de su banda militar, mientras sus esposas están en huelga de hambre… ¡Patético! Nunca se había registrado un hecho similar.
El hecho ha tenido que hacer mella en los que sueñan con perpetuarse en el poder y, específicamente, en los responsables de manejar el proceso electoral. Podrían repetirse las irregularidades del pasado.
La respuesta del ministro de la Presidencia, J.R. Quintana, a los amotinados fue una bofetada en la cara de sus antiguos camaradas de menor graduación, acusándolos de “sediciosos”. El vicepresidente García Linera no se quedó manco. Les tachó de “desertores” y culpables de “incitación al delito”. Muy grave.
Vuelvo a la entrevista del Dr. Salvador Ignacio Romero Ballivián. Dos semanas antes había dicho a Página Siete que “el sistema electoral boliviano es muy confiable.” Me pregunto ¿será “muy confiable” en manos de quienes llegaron al Palacio de Gobierno para quedarse?
Nota cinematográfica. Los cinéfilos podrán encontrar en el motín de los suboficiales bolivianos ciertos parecidos con la vieja película de Serguei M. Einstein, “El acorazado Potemkin”. Más coincidencias: el episodio que cuenta la película se produjo en Odesa, Ucrania, hoy día en inquietante pie de guerra.
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