A TI, JOVEN CAMPESINO
En recuerdo de Jos� Mar�a
En recuerdo de Jos� Mar�a
Pedro Renter�a Guardo, Pbro.- Hoy no escribo sobre ti, ni�o campesino, joven del �rea rural. Perm�teme una semblanza, humilde y cari�osa, de un amigo espa�ol que nos acaba de dejar. A �l, a Jos� Mar�a, le cit� en un lejano art�culo de julio de 2009. Fue un art�culo sobre la amistad que �l me pidi� escribir y que hoy he vuelto a releer con la nostalgia de una presencia, la del amigo, desvanecida en la esperada eternidad.
El pasado d�a martes, 29 de Abril, en el coraz�n del tiempo de Pascua, en que la Iglesia celebra la gran noticia de la Resurrecci�n del Se�or Jes�s, cumplimos con el deber cristiano de encomendar a ese Se�or del triunfo y de la historia, el cuerpo, el alma, la persona entera de Jos� Mar�a. Los creyentes tenemos la firme confianza en que nuestra existencia contin�a m�s all� de ese fr�gil instante que se llama muerte. Jes�s y su vida nos llenaron de esa dulce y serena confianza.
Jos� Mar�a cre�a en la resurrecci�n. En su manera de afrontar las dificultades y de tratarnos, en sus conversaciones �ntimas al calor, quiz�, de un caf� bien negro, Jos� Mar�a trasluc�a una suave y segura esperanza. Para �l siempre exist�a el �ma�ana�, su realidad nunca se agotaba en el �hoy�. Un hoy repleto de idas y venidas en pos del bien de muchos. Ma�ana �dec�a� visitar� a tal persona que necesita un poco de ayuda� Ma�ana cumplir� ese encargo que me acaban de hacer por el celular. Ma�ana� �siempre el ma�ana con la ilusi�n de un changuito!
Y perm�teme mostrarte dos im�genes que, espero, reflejen esa vida de un espa�ol noble que se enamor� de estas tierras bolivianas y, ante todo, se encari�� con sus buenas gentes, con nosotros.
Le vimos corretear por los pasillos del Hospital Santa B�rbara, con sus pastillas en el bolsillo, buscando siempre a alg�n ni�o o abuelito a quien endulzar un momento duro de enfermedad. Le vimos apoyar a muchos enfermos, charlar con el personal m�dico, enfermeras, auxiliares, personal administrativo y de limpieza. Con las religiosas Siervas de Mar�a que tanto se afanan por el bien de esa casa. Le vimos nervioso, como queriendo llegar a todos, como si fuesen pocas las horas de un d�a para arrancar sonrisas a muchos.
Por esta raz�n, �l siempre manifest� el deseo de que su Misa de Funeral se realizase all�, en la capilla del Hospital, en ese templo que ha sido testigo de oraciones, de l�grimas, de s�plicas, de encuentros con el Se�or de la esperanza.
Hay otra imagen que Jos� Mar�a nos contaba. Fue en el hogar infantil de Santa Cruz que acoge a ni�os con c�ncer. All� disfrutaba y se hac�a ni�o. Su apoyo en la alimentaci�n de los peque�os, las fiestas de cumplea�os de algunos ni�os a las que pudo asistir� Siempre dijo que su propia enfermedad le acercaba a la realidad de estos ni�os, como quien se hace cargo, con su mismo sufrimiento, del sufrimiento de otros.
Me gusta deciros, queridos chicos del hogar-internado, que nuestros difuntos est�n ya en la luz. En la luz del cielo todo es paz y disfrute del amor de Dios. Es ver cara a cara al mismo Dios. Jos� Mar�a, estoy seguro, ya le est� viendo, ya le est� contemplando.
Ojal� que un d�a tambi�n nosotros avistemos esa luz radiante. No tengamos miedo a la muerte. Seamos buenos, generosos, alegres, pacientes con todos. Vivamos cerca del buen Dios. Acudamos los domingos a la Eucarist�a. Celebremos los Sacramentos: la comuni�n frecuente, la confesi�n cuando necesitemos� �Los sacramentos! Esas caricias de Dios para nosotros.
El pasado martes, resonaron en el templo las bellas palabras del Evangelio que, sin duda, fueron aut�nticas, fueron vida en la vida de Jos� Mar�a: �Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estaba de paso y me alojaron; desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a ver� Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el m�s peque�o de mis hermanos, lo hicieron conmigo�.
Mi amigo espa�ol, all� en 2009, me pidi� que os escribiera un art�culo. Sobre ese generoso riesgo que llaman amistad. Y que hoy he vuelto a releer.
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