DESDE LA TIERRA
Crecimiento sin calidad
Crecimiento sin calidad
Lupe Cajías
Periódicamente escuchamos informes oficiales destacando los resultados macroeconómicos de la gestión de gobierno que dejan atrás las cifras en rojo. Es más, los organismos internacionales relacionados con préstamos multilaterales felicitan al Estado Plurinacional por el crecimiento de la economía boliviana.
También es posible palpar esa bonanza en la vida cotidiana, sea en la expansión de los comercios citadinos o en la cantidad de oferta gastronómica para todo bolsillo o los nuevos hoteles cinco estrellas. Igualmente se nota en las provincias un ajetreo de construcciones nuevas, tiendas y viajeros.
Disminuyeron las cifras de los muy pobres y de los pobres y ese es un indicador que un observador nota en las calles y en los pueblos. Menos mendigos, menos niños desnutridos, jóvenes más esbeltos, familias con vestimenta completa.
Sin embargo, cuando una periodista decide pasear por otras estadísticas, la visión es de espanto. Vi muchos ejemplos recogidos en estos meses en diferentes lugares que visité. Me concretaré en dos ciudades, que son representativas del crecimiento, El Alto y Santa Cruz de la Sierra, y en el escenario del desarrollo humano.
Los alteños no viven mejor una década después de sus épicas luchas sociales. No existe una morgue moderna, por ejemplo, tampoco un cementerio general, ni un Hospital del Niño, y cualquier caso de salud con cierta gravedad, precisa ser trasladado a La Paz. No hay educación ciudadana y es común caminar entre todo tipo de desperdicios. No es una ciudad segura.
Santa Cruz de la Sierra fue vanguardia por sus cifras de Desarrollo Humano. En pleno Siglo XXI, los hospitales públicos no tienen ni camas suficientes ni posibilidades de atender casos de emergencia y faltan los insumos básicos para curar cualquier dolencia. Camillas agrupadas en medio de la canícula, con la amenaza del dengue y con potenciales infecciones hospitalarias, son la realidad cotidiana.
El Ministerio de Salud cree que ampliando las horas de trabajo a los médicos o ampliando el seguro universal de salud, los ciudadanos encontrarán atención para su mal. Lastimosamente es una política coyuntural y se pierden más años sin elaborar un plan integral. Ni siquiera hay programas de impacto inmediato, como fue en su momento el SUMI del gobierno de Sánchez de Lozada. Los bonos son para un momento, no para dar calidad de vida.
Si los familiares de Betty Tejada se enfermarían en Huanuni o en Urubichá, en Viloco o en Yacuiba, tendrían pocas esperanzas de sobrevivir, no por un tema de negligencia sino porque ni hay quirófanos.
¿Estará el Desarrollo Humano en la prioridad de los programas electorales?
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