Pastor y puerta
Pastor y puerta
Mons. Jesús Pérez Rodríguez.- A este cuarto domingo de Pascua se le ha venido llamando Domingo del Buen Pastor. A lo largo del año litúrgico según las diversas tradiciones en las diferentes liturgias se suele denominar con un título especial a ciertos domingos que aluden a sus contenidos. Desde que se estableciera el cuarto domingo como el domingo vocacional hace 51 años -la JORNADA MUNDIAL DE LAS VOCACIONES- le llamamos domingo del Buen Pastor.
Son variadas las imágenes que en el Nuevo Testamento nos descubren quien es Jesús para los cristianos: Piedra angular, Señor, el Siervo, la Verdad, la Vida, Cordero, el Rey, el Hijo del Hombre, la Luz, el Pan, el Agua viva, PUERTA y PASTOR. Es Jesús mismo quien se autoproclama Puerta y Pastor.
En el pasaje evangélico de Juan 10,1-14, el evangelio de este cuarto domingo de Pascua, Cristo se dirige a los fariseos, quienes son las autoridades religiosas del pueblo de Israel. Se oponen dos estilos de autoridad, dos maneras de ser dirigentes religiosos. La gente no toleraba a los fariseos. Jesús enseñaba a hacer lo que ellos decían, pero no imitar lo que hacían, o sea, aquel tremendo formalismo religioso.
Al contrario de los fariseos, Jesús va delante de las ovejas, y ellas le siguen. “Seguir a Cristo” es la fórmula que compendia la vida cristiana, como nos enseña el apóstol Pedro en su primera carta, de donde está tomada la segunda lectura de este domingo. Hay que seguir a Cristo en su paciencia y mansedumbre, incluso frente al injusto agresor, que nos juzga injustamente y nos persigue sin razón alguna. El apóstol Pedro evoca los rasgos del “Siervo de Yahvé” que describe el profeta Isaías, para presentar a Jesús como el INOCENTE que con sus sufrimientos redime a los culpables.
Jesús es el Buen Pastor y nosotros somos sus ovejas o rebaño. Como “ovejas perdidas”, dice san Pedro, hemos vuelto al “pastor y guardián de nuestras almas”. Tuvo que sufrir para ganarnos y llevarnos a su rebaño. No se puede dar vida sin sufrir o morir un poco, no se pueden recuperar las ovejas perdidas sin sufrir por ellas, no se puede lograr la reconciliación si no se está dispuesto a cargar con las culpas ajenas y soportar las consecuencias de su pecado. Cristo lo dio todo por nosotros, toda su vida, para que tuviéramos vida en abundancia.
Los fariseos no entendieron las palabras de Cristo cuando les habló del Buen Pastor y empleó otra imagen más oscura, si se quiere, que la anterior. “Yo soy la puerta”. Jesús es la puerta que da acceso al Padre. Cristo es el camino para intimar con el Padre. “Nadie va al Padre sino por mí”, afirma Cristo. Ninguna doctrina, ninguna técnica elaborada podrían por sí misma, llevarnos a la unión con el Padre. Cristo es también la puerta de la convivencia fraterna. Por él somos llevados a su Iglesia, al rebaño de Cristo, la comunidad de los creyentes. Somos pertenecientes a Cristo como nos recuerda el Papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de las Vocaciones.
La Iglesia es la continuadora de la obra de la salvación. Pedro encarnó a la Iglesia, que es la pastora que continúa la obra del pastor de pastores, Cristo Jesús. La Iglesia es puerta de acceso a quien es la Puerta que lleva a la libertad. En el día de Pentecostés, cuando los apóstoles se lanzaron a las calles, se bautizaron unas tres mil personas. La Iglesia no es un corral donde se guardan ovejas de exposición. En ella hay ovejas enfermas que reciben atención con los buenos pastos y cuidados del Buen Pastor para tener salud, para tener vida, Cristo es el Señor de la vida.
Siguiendo el mandato de Cristo, elevamos de manera especial nuestras oraciones para que en la Iglesia de Cristo haya pastores buenos que cuiden su rebaño, orientándolo y guiándolo a seguir al Pastor de pastores. Al respecto, el Papa Francisco en su mensaje de esta Jornada nos dice: “la vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno”. Por ello, tenemos que trabajar y orar para ser este pueblo fiel.
También nos recuerda el papa Francisco que, el evangelio revela que Jesús recorría todas las ciudades y aldeas... Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a los discípulos “la mies es abundante pero los trabajadores son pocos, rueguen al Señor de la mies para que mande trabajadores a su mies”. En nuestras manos está que haya más vocaciones, si es que rezamos mucho más.
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