Miércoles, 14 de mayo de 2014
 

EDITORIAL

El estancamiento de la crisis venezolana

El estancamiento de la crisis venezolana



Todo parece indicar que no será pronto ni como efecto de factores internos que la crisis venezolana llegará a su desenlace

Hace tres meses, cuando se iniciaba el mes de febrero, las calles de las principales ciudades de Venezuela fueron tomadas por miles de personas. Fue tal el vigor con que se produjeron los primeros brotes de protesta, que muchos observadores de la crisis venezolana dieron por descontado un rápido desenlace.
Tres meses han transcurrido desde entonces y en lo fundamental nada ha cambiado. Las manifestaciones de protesta siguen poniendo en aprietos al gobierno de Nicolás Maduro y la feroz represión con que éste se defiende no deja de hacer crecer la cantidad de víctimas que ya se refleja en casi 50 muertos, más de 800 heridos y varias centenas de presos.
Paralelamente, y a veces por cauces paralelos pero alejados de los que fluyen por las corrientes más belicosas de ambas partes, facciones más moderadas del bloque oficialista y de la oposición, las que optan por explorar las vías políticas y rechazan las de la violencia callejera, mantienen rondas de diálogo que aunque parecen estériles han logrado evitar que los enfrentamientos sean más cruentos de lo que ya son.
Como telón de fondo de tan conflictivo escenario político, la crisis económica no deja de agudizarse. Es tan profundo el colapso del aparato productivo que la escasez en los mercados no deja de agravarse y con cada día que pasa se aleja la posibilidad de una recuperación pues otros indicadores, como la tasa de inflación o el nivel de las reservas internacionales, también empeoran sin cesar.
Paradójicamente, y a pesar de los niveles extremos a los que ha llegado la crisis económica, política y social de Venezuela, todo parece indicar que ese país se encuentra en un punto muerto en el que el deterioro puede prolongarse indefinidamente. Y aunque los últimos tres meses todos los factores que configuran la crisis se han hecho más notorios, lo cierto es que en lo fundamental nada ha cambiado desde los meses previos a la muerte de Hugo Chávez.
Tan inusual punto de equilibrio, en el que ni las fuerzas gubernamentales ni las opositoras se muestran capaces de vencerse ni dispuestas a intentarlo, se explica en gran medida porque la Venezuela de hoy, a pesar de los factores antes señalados, sigue tan polarizada como hace 14 años. Es un país dividido en dos partes prácticamente iguales.
Hay sin embargo, en medio de esa empatada correlación de fuerzas, un factor que da una enorme ventaja a las fuerzas gubernamentales. Es que la oposición no ha logrado aún constituirse en una fuerza política digna de tal nombre. Ha tenido algunos éxitos a la hora de promover candidatos únicos, pero todavía carece de la organización y del norte doctrinario indispensables para ejercer una acción efectiva en circunstancias tan adversas como las que imponen sus rivales.
Así, todo parece indicar que no será pronto ni como efecto de la confrontación entre las fuerzas gubernamentales y opositoras que la crisis llegará a su desenlace. Es de esperar por eso que la diplomacia, a través de los organismos internacionales y los países más directamente involucrados con el futuro de ese país, como Colombia, Brasil y Cuba, contribuya a hacer menos larga la agonía venezolana.