Miércoles, 21 de mayo de 2014
 

CENTRO CUARTO INTERMEDIO

La mágica palabra: politizando

La mágica palabra: politizando

Alejandro Carvajal Guzmán.- Continuamente, tanto el oficialismo como la oposición llenan el espacio público con una palabra que sirve para deslegitimar cualquier declaración o acción del contrincante: decir que se están politizando.
Podemos citar varios ejemplos. Cuando el Órgano Electoral empezaba a barajar las opciones de reordenamiento de las circunscripciones uninominales, quienes denunciaban el irrespeto al criterio de representación poblacional fueron deslegitimados por los oficialistas, quienes los acusaban de estar haciendo política con el asunto. Cuando existen procesos en contra de algunas autoridades por diversos temas, la oposición manifestaba que la justicia se está politizando. Cuando el Estado lleva la demanda marítima a la corte de La Haya, la oposición sugiere que el tema no se politice. Estos y muchos más pueden ser los botones de la muestra.
Mientras esto ocurre en la política, la población también se inclina por seguir el calificativo de politizar y sus derivados (politizando, hacer política, etc.) para juzgar las acciones de personas, organizaciones o instituciones. Lamentablemente, esta se ha convertido en la fórmula más simplista para descalificar y así, no tomar en cuenta lo que se discute o demanda.
El asunto aquí está en poner un alto a esta forma de desvirtuar la palabra política, porque al parecer ella es simple sinónimo de intereses ocultos, los cuales fácilmente se utilizan para encubrir cualquier otro asunto. Lo que olvidamos es que la palabra política deriva de una palabra griega utilizada para hablar de cómo ordenamos la ciudad o los asuntos de los ciudadanos; en resumen, todo lo que concierne a la vida de los ciudadanos y su convivencia es política, por tanto no veo cómo se ha llegado a simplificar tanto esta palabra.
En tal caso, si denuncio o demando que se esclarezca algún hecho que considero delito, este se da en el marco de una sociedad, en la convivencia entre ciudadanos, y por tanto mi denuncia o demanda es de hecho política. En el caso de que sienta y denuncie que mi zona es afectada en su representación democrática se trata de un asunto político. Si mi país demanda el tratamiento del asunto marítimo, obviamente se trata de un asunto que afecta a la vivencia de los ciudadanos –sino fíjense el argumento de que la mediterraneidad es un obstáculo para el desarrollo– y por lo tanto es también político.
Algunos dirán que recurrir al origen de la palabra es un recurso simplista. Pero cabe mencionar que la comprensión de las miradas, enfoques y ciencias sobre la política está ligada íntimamente al poder –ejercer el poder, mantener el poder, obtener el poder, administrar el poder, utilizar el poder, etc. – y bajo esta constatación, ¿cuál de los ejemplos citados no está relacionado con el poder? Si quitan un diputado uninominal a mi departamento, ¿mi departamento pierde poder en la asamblea de representantes? Si inicio un juicio contra alguien, ¿mi demanda no está recurriendo al poder de la justicia?
Entonces, ¿en qué momento hemos llegado a utilizar las palabras: política, politizar, politizando, como simples comodines del universo discursivo? ¿Su uso actual significa un empobrecimiento de nuestro poder de denuncia, demanda y acción? Bajo esta mirada, los ciudadanos tienen una diversidad de derechos constitucionales, los cuales sin duda alguna son mancillados al desvirtuar sus demandas mediante la deslegitimación a priori a que se recurre con la tergiversación de la palabra política.