LA NOTICIA DE PERFIL
Evo en el Vanity Fair
Evo en el Vanity Fair
Paulovich.- Como casi todos los cochabambinos, mi comadre Macacha ha estudiado el inglés en el Centro Boliviano Americano de la ciudad de Cochabamba y sabe deslizar algunos términos del idioma de Shakespeare en sus conversaciones con cholas y cholos de Quillacollo, Cochabamba y La Paz, entre los que me hallo yo, que la escuché decir muchas veces okei my friend, tank you darlin querido y I remember Nemesio (que así se llamaba su esposo que murió).
Sin embargo, ayer se quedó atónita cuando encontró en un periódico local la noticia de una crónica aparecida en el “Vanity Fair”, en la cual aparece nuestro presidente vitalicio Evo Morales, natural de Orinoca, respondiendo algunas preguntas que le formula dicha revista acerca de diversos temas, algunos superficiales y otros no tanto.
Al conocer Macacha la existencia de “Vanity Fair”, me preguntó si yo había leído alguna vez esa famosa revista que recoge hechos y personajes de este mundo vanidoso, respondiéndole –como es natural– que muy rara vez leí algunas publicaciones en inglés, pero que nunca había caído en mis manos aquella mencionada revista, ni siquiera en las épocas de mi dorada juventud cuando visitaba Estados Unidos tres veces al año.
Con la seriedad e inteligencia que adornan a la cholita de Quillacollo, me manifestó que tal revista era seguramente frívola, resultándole sorprendente que un hombre serio como parece ser nuestro presidente confesara al “Vanity Fair” ser amigo de reyes de España y de Príncipes de Asturias, puntualizando que se lleva mejor con el Rey Juan Carlos pues su heredero el Príncipe Felipe lo trataba (a Evo) con menor cordialidad que el Monarca.
La crónica periodística de referencia hace ver que Evo y el reportero de “Vanity Fair” viajaban juntos en un avión, imaginando Macacha que se trataba del avión presidencial de Evo, al cual nunca pudo acercarse la cholita ni el columnista para quien ella trabaja.
Entre revelaciones que hizo nuestro Presidente, hay algunas tan sorprendentes como que al referirse a sus colaboradores más cercanos, como sus Ministros de Estado, dice que le ocultan muchas cosas y a veces le mienten, palabras que hicieron temblar a mi comadre y reflexionar a este pobre cieguito, quien siempre pensó estar gobernado por un equipo de políticos serio y bien afianzado hasta que nos enteraríamos de sus declaraciones al “Vanity Fair”.
Al concluir con la lectura de ese reportaje, la cholita de Quillacollo cerró filosóficamente este episodio y me dijo en mi oreja izquierda: “Vanidad de vanidades”, y como puse cara de colla opa me dijo en latín: “Vánitas, Vanitatem et omnia a vánitas”, a lo cual sólo pude agregar: “Amén cholita”.
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