Jueves, 22 de mayo de 2014
 

SURAZO

Primer grito libertario

Primer grito libertario

Juan José Toro Montoya.- Respeto profundamente a Sucre y estoy convencido de que su demanda más justiciera es la restitución de su capitalidad plena. Al ser la capital del Estado boliviano, es justo que allí residan los tres poderes del Estado y no sólo uno de ellos. Las razones de mi apoyo a esa demanda las expuse más de una vez en esta columna.
Respeto, también, los antecedentes, la importancia y el alcance del alzamiento del 25 de Mayo de 1809 por razones que espero tener el tiempo de exponer en futuras entregas.
No obstante, por una cuestión de elemental honestidad con mis escasos lectores y con lo que dejé expuesto en el libro “Calumnias, calumniadores y calumniados”, que fue honrado con el Premio Nacional en Historia del Periodismo, no puedo dejarme llevar con la marea que proclama al del 25 de Mayo de 1809 como el “primer grito libertario de América”.
Para llegar a esa afirmación, tendríamos que aceptar que, antes de esa fecha, no hubo ninguna acción histórica en contra de la dominación española y la lógica más elemental se rebelaría contra tal propósito.
Cualquier revisión a la historia de Bolivia encontraría que tanto en esta como en otras partes de América hubo acciones anti-españolas aunque las primeras, como la insurrección del cacique Guaroa, en el Santo Domingo de 1515, no están debidamente documentadas.
En lo que hace a lo que hoy es Bolivia, existen referencias del reclutamiento de tropas que ejecutó el general Juan Ortiz de Zárate en Potosí y La Plata (hoy Sucre), en 1595, con el fin de sofocar las insurrecciones de los araucanos, en actual territorio chileno. Todavía anterior es la sublevación del cacique Chaki Katari, en Cantumarca, en 1544, poco antes de la posesión del Cerro Rico. En las dos ciudades mencionadas también hubo un levantamiento, o por lo menos una conspiración, en 1599, cuando se identificó como responsables a Juan Díaz Ortiz y Gonzalo Luis Cabrera. Frente a estos, el alzamiento de Alonso Yáñez, en el Potosí de 1612, parece más bien tardío. Si esa lista es insuficiente, podemos añadir las conocidas sublevaciones de Antonio Gallardo, “el Philinco” (La Paz, 1661); Alejo Calatayud (Cochabamba, 1730) y Juan Vélez de Córdoba (Oruro, 1739). Todos son anteriores a las rebeliones de José Gabriel Condorkanki o Tupaj Amaru II, los hermanos Katari y Julián Apaza que conmocionaron al Virreinato del Perú a partir de 1780.
Más allá de la importancia que tuvieron esas insurrecciones, lo cierto es que todas fueron cruelmente sofocadas y, aunque dejaron gérmenes para lo que vendría después, no consiguieron expulsar a los españoles.
De entre todas, hay una que merece más atención de la que ahora tiene: la sublevación de Manko Inka Yupanqui.
Conocido inicialmente como Manko Qhapaj II, fue coronado inca por los españoles pero, luego de desilusionarse de estos, conspiró con los orejones para expulsarlos. Tras reunir un ejército, puso a Cuzco y Lima bajo sitio durante un año y, cuando fue difícilmente derrotado, se refugió en Vilcabamba (hoy Perú) donde estableció un territorio independiente que pervivió 36 años.
Manko Inka se sublevó el 3 de mayo de 1536. Si le damos importancia al orden cronológico, ese vendría a ser el primer grito libertario.