EL SATÉLITE DE LA LUNA
Abusos de la FELCN en los aeropuertos
Abusos de la FELCN en los aeropuertos
Francesco Zaratti.- Todos sabemos cuán sensible es el tema del narcotráfico para Bolivia y, particularmente, para el Gobierno de Evo Morales. Tener pasaporte boliviano o simplemente llegar a otro país desde Bolivia significa despertar sospechas y ser objeto de controles estrictos, a veces sin que uno lo note hasta percatarse de minúsculos agujeros en las maletas.
Por eso hay que aplaudir toda medida que ayude a disminuir el número de episodios de detención de pasajeros que salen del país y, por ende, las estadísticas negativas que suele tener Bolivia en ese rubro. Para ese fin es urgente afinar el sistema de control de las personas que salen del país y de lo que se llevan, a diferencia de otros aeropuertos donde el control estricto está dirigido más a quién entra y a lo que trae consigo.
Dicho esto, creo que hay mucho que mejorar en el trato personal y en la modalidad de revisión. Es experiencia común que esos controles en ocasiones suelen llegar a ser no sólo descorteses con los pasajeros que salen del país, sino hasta abusivos.
Rescato dos tipos de experiencias reales, entre los testimonios que he recibido de fuente directa. Uno se refiere a la “tipología” de la presunta “mula”. Con base en películas y también en casos reales, es común que los y las agentes antinarcóticos de los aeropuertos sospechen de cualquier señorita bonita, elegante, sola y que viaja con cierta frecuencia y realicen revisiones manuales y digitales tan minuciosas que llegan a violar la dignidad de las personas. Para colmo, en algunos casos, los agentes, especialmente mujeres, parecen “gozar” morbosamente de esas revisiones. Sobra decir que una verdadera “mula” suele tener otros atributos para pasar inobservada. Como los verdaderos espías que tienen de James Bond lo mismo que Marcelo Soza de un fiscal probo.
Sin embargo lo verdaderamente anómalo es el “interrogatorio” que suele acompañar las revisiones. No contentos (contentas) con revisar como revisan, los agentes de la FELCN asumen el rol de detectives de la vida privada del pasajero. Su descomunal curiosidad llega a querer saber todo de uno: dónde viaja (“mire el pase a bordo y lo sabrá”), por qué viaja (“por qué me encanta volar”), quién le paga el pasaje (“¿estoy siendo investigado?”), en qué trabaja (“en tendencias de series temporales de variables atmosféricas”), dónde vive, cuánto gana y cuánto ahorra mensualmente (“¿acaso piensan secuestrarme?”).
A toda vista se trata de un abuso intolerable en un Estado de derecho, pero que en el fondo refleja, “en lo pequeño”, el abuso y el autoritarismo que vivimos “en lo grande”. Fue mi abuela quien me hizo notar que en el comportamiento de los subalternos se refleja el carácter del jefe.
Queriendo ser propositivo, creo que los necesarios controles tienen que mejorar dos aspectos: la formación del personal antinarcóticos para evitar excesos y la introducción de equipos tecnológicos sofisticados (escáneres tomográficos, por ejemplo) en los contados aeropuertos internacionales del país. Considerando los millones de dólares que el Gobierno gasta cada día en autogratificarse con la publicidad, seguramente Bolivia no quebrará si gasta unos miles más en equipos de seguridad aeroportuaria.
Finalmente, una fuente que no revelaré me dice que los policías reciben “incentivos” en caso de descubrir ilícitos en los pasajeros. Si eso fuera cierto, creo que es preferible que se les incremente el sueldo, a que, en pos de unas bonificaciones, se cometan abusos y hasta “falsos positivos”. Los excesos cometidos en Colombia durante el mandato de Álvaro Uribe deberían habernos enseñado algo al respecto.
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