Domingo, 25 de mayo de 2014
 
Comunidad del espíritu

Comunidad del espíritu

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Las semanas de Pascua son siete y puede suceder que, para no pocos cristianos, resulte larga esta caminata. Pero la liturgia quiere que centremos nuestra vida cristiana en el gran acontecimiento de la vida de Jesús y, por consiguiente, de nuestras celebraciones litúrgicas. Por ello, pedimos en la oración colecta “continuar celebrando con fervor estos días en honor de Cristo resucitado”.
En las lecturas de este domingo aparece bien claro el protagonismo del Espíritu Santo, pues es él quien da vida a la comunidad cristiana. La Iglesia es la comunidad del Espíritu Santo. Es la comunidad de discípulos que se pusieron tristes ante el anuncio de la Pasión y Muerte. Ante este acontecimiento que estar por venir, Cristo les asegura que “no les dejará huérfanos o desamparados”. Cristo envió el Espíritu Santo de acuerdo con lo que les prometió: “Ustedes me verán y vivirán porque sigo viviendo”. Cuando va a subir a los cielos les promete: "Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo". Cristo está y sigue en la Iglesia de sus discípulos, con los cristianos de hoy, a pesar de los problemas que siempre han existido.
El evangelio de este domingo, Juan 14,15- 21, tiene dos aspectos que forman parte del don pascual del Espíritu Santo a la Iglesia, a la comunidad cristiana: el envío de Espíritu y el retorno de Jesús.
El envío del Espíritu Santo es el don del Padre y del Hijo, “yo le pediré al Padre que les dé otro consolador que esté siempre con ustedes, el espíritu de la verdad”. Jesús habla de una persona distinta de él y del Padre. Para el evangelista Juan, el Espíritu Santo tiene un cometido muy especial: ser la presencia de Cristo en la comunidad creyente, en los discípulos, mientras él permanece junto al Padre.
La vuelta de Jesús se producirá en el día y hora que tiene determinado el Padre. Mientras tanto, permanecemos a la espera. Jesús dice: “No les dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco, el mundo no me verá, pero ustedes me verán y vivirán porque yo sigo viviendo”. Por medio del Espíritu, Jesús está presente aunque parece ausente. Él lo afirma: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”.
Estas dos semanas que restan del tiempo pascual nos hablan principalmente del Espíritu Santo. Prometiéndonos el envío del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es llamado Defensor o Abogado, y es ante todo el Defensor de la comunidad de los discípulos en todas sus pruebas y peligros. Es también el “espíritu de la Verdad”.
Claramente se ve que para Cristo el gran protagonista es el Espíritu Santo. Esto aparece más claro aún en el libro de los Hechos. El mismo espíritu de Jesús es el que va recibiendo a los que se convierten al Evangelio, o mejor, a Cristo, por la imposición de manos, espíritu que todos los bautizados y confirmados también hemos recibido.
El Espíritu Santo que habita en cada discípulo, en cada bautizado, es la nueva forma de vivir el Señor resucitado en la comunidad. El Espíritu es el que mantiene viva a la comunidad en la unidad y le impulsa a ser una comunidad misionera. Por ello, el espíritu misionero de la Iglesia se lo debemos a la presencia del Espíritu Santo.
El protagonismo visible del Espíritu es la misma comunidad creyente, la Iglesia que está enriquecida de ministros, en sus diversos grados. Desde los inicios de la Iglesia, al igual que ahora, vive fortalecida y animada por los diversos ministerios.
Desde sus inicios, la Iglesia, la comunidad cristiana, participaba del anuncio misionero de la Palabra. Si es verdad que existen unos ministerios ordenados que les toca presidir y coordinar, no es menos importante que los laicos, miembros de la Iglesia y mayoría del pueblo de Dios, se involucraron en la tarea de llevar el evangelio responsablemente a todos los lugares, sostenidos por la fuerza del Espíritu Santo que todos hemos recibido.
La Iglesia es una comunidad unida a Cristo y de él toma toda su vitalidad. Hay una sintonía entre Cristo y nosotros como el mismo Cristo nos lo dice: “Yo estoy con mi Padre, ustedes conmigo y yo con ustedes”. Es el Espíritu de vida quien ha guiado y seguirá guiando a la Iglesia. ¡Qué bello es creer en esta verdad!