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Caso 24 de Mayo: ¿Verdad material o cuento oficialista?
Caso 24 de Mayo: ¿Verdad material o cuento oficialista?
Zorro Yáñez Cortes.- Junto con otros casos tristemente célebres –Terrorismo; Calancha; Masacre de Pando, etc–, el “Caso 24 de mayo” por las vejaciones a campesinos en la Plaza 25 de Mayo en 2008, es uno más de los muchos que suman a la larga lista de procesos en los que la verdad material de los hechos no ha podido/querido ser encontrada y, con ello, sus verdaderos responsables, existiendo fundadas dudas que haya realmente interés para hacerlo, sino todo lo contrario. Y aunque fuera fácil achacarle a la administración de justicia los acostumbrados –y frecuentemente reales– reproches por la retardación de justicia y otros males que la aquejan; existen temas de fondo que no debieran pasar desapercibidos.
Sí partimos que en ese como en cualquier otro caso penal, se busca averiguar la verdad material de lo acaecido ese día, hoy estamos cada vez más lejos de ese fin por la distorsión que sufrieron los hechos, generada por confirmar a como dé lugar la versión “oficial” trabajosamente construida mediante el “miente, miente que algo queda”. Por un lado, es evidente que lo sucedido fue burdamente utilizado no con fines justicieros sino partidarios, explotándolos para tratar de “equilibrar” la masacre de La Calancha, cometida meses antes y estigmatizar –tontos útiles de por medio– a todo el pueblo sucrense. Naturalmente que ese avieso fin fracasó, ya que más allá de la enorme diferencia entre los bienes jurídicos protegidos, en un caso la dignidad del ser humano y en el otro la vida, ambos hechos delictivos jamás podrían quedar “empatados” por muchos esfuerzos propagandísticos que haya hecho el régimen y peor, dada la naturaleza delictiva de ambos: un delito no se tapa con otro.
También, los acontecimientos posteriores muestran un tosco afán de los impulsores del caso 24 de mayo, incluyendo sus “investigadores”, para obviar lo decisivo de los hechos, pues por mucha propaganda gastada, nadie con un mínimo sentido común y peor algún entendido en derecho, justificará cómo es que quienes aparecen en las filmaciones vejando personalmente a los campesinos –autores–, jamás fueron investigados y menos están ahora juzgados. Tampoco que lo sean, quienes no aparecen filmados practicando esos vejámenes; incluso, tratando de –meterle nomás– atribuirles autoría mediata, ya que para eso debieran haber autores directos juzgados, lo cual a esta altura ya es procesalmente imposible. Los acusadores están en su laberinto.
¿Será que como está ocurriendo con el caso terrorismo, surgirán “revelaciones” de algún arrepentido que contribuya a revelar lo realmente acaecido? Pongo “revelaciones” entre comillas, pues así como las producidas sobre aquel caso, aquí es de conocimiento cuasi público versiones muy diferentes de la oficialista: resulta muy extraño que no se haya investigado si es evidente que el caso fue expresamente armado para intentar aquel burdo empate, usándose “infiltrados” para cometer los hechos –¿por eso no se los juzga?-; menos si se trató de una venganza fríamente calculada y bajamente ejecutada contra quienes encabezaron la lucha por la capitalia; tampoco si es evidente que se habrían repartido dineros en saquillos en ciertas comunidades para que estén presentes en el lugar de los hechos o las circunstancias en las que una alta autoridad –hoy en el exilio dorado– habría logrado que los campesinos luego vejados que se iban, retornen al lugar; entre otros elementos, casualmente ¿olvidados?...
Más allá de sus discursos, sostengo que al stablishment oficialista no le interesa descubrir la verdad de los hechos –es más, no creo que le convenga–, sino simplemente le interesa utilizar la justicia penal para mantener a sus “enemigos” permanentemente sometidos al ius puniendi, en algunos casos detenidos, en otros muy ocupados con múltiples y muchas veces descabelladas acusaciones, mejor si en distintos lugares, para agotarlos mental y financieramente, y en suma, anularlos. Una asquerosa expresión nativa del derecho penal del enemigo, que no es derecho, sino algo peor pues trata a los amigos con el debido proceso, y a los enemigos, con la fuerza bruta. Ya ORWELL lo dijo:“El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas y hasta el asesinato parezca respetable. Para dar apariencia de solidez a lo que es puro viento”.
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