Miércoles, 4 de junio de 2014
 

EDITORIAL

Colombia: El fin de la guerra o la guerra sin fin

Colombia: El fin de la guerra o la guerra sin fin



Es de esperar que las posiciones radicales sean derrotadas pues la sociedad colombiana está hastiada de violencia

Al margen de posiciones ideológico-políticas, seguramente a muchos ha provocado asombro el resultado de las elecciones en Colombia. Por un lado, han sido las elecciones con mayor porcentaje de abstención (más del 50 por ciento) y que se han desarrollado de la forma más regular desde que se tenga memoria. Por el otro, ha ganado un candidato dirigido por el ex mandatario Álvaro Uribe, que expresa las posiciones más violentistas y autoritarias de ese atormentado país.
Es difícil explicar esa situación. Colombia es un país que vive, en la época contemporánea, en estado de virtual guerra civil desde la década de los 60. Pese a ello, muestra los niveles más altos de desarrollo de la región, no ha sufrido ningún golpe de Estado en todo ese tiempo y ha logrado, además, aplicar cambios importantes en su institucionalidad estatal para abrir (luego de décadas de exclusión secante) espacios de participación a fuerzas emergentes, lo que ha permitido mantener a las dos más importantes y antiguas guerrillas de la región (las FARC y el ELN) en determinados espacios geográficos.
Corresponde recordar que el ascenso al poder del ex presidente Álvaro Uribe significó un cambio radical de las relaciones políticas en ese país. Con un discurso y una acción dura en contra de las guerrillas, logró reducir tanto sus márgenes geográficos de movilización como su influencia en la sociedad colombiana, pero, de ninguna manera, pudo derrotar a las fuerzas insurgentes. Y el costo ha sido demasiado alto: violación de la Constitución Política del Estado, corrupción generalizada, violación sistemática de derechos humanos y convivencia con el narcotráfico de gran escala y algunas de sus fuerzas paramilitares. Y si no hubiera sido la valiente actitud de su Corte Constitucional, estaba dispuesto a presentarse inconstitucionalmente por tercera vez como candidato a la Presidencia.
Por esa determinación constitucional, prohijó a quien fuera su ministro de Defensa, el actual Presidente de la República, quien a poco tiempo de su posesión, por la agresiva actuación de su predecesor, comenzó a alejarse de éste, a impulsar nuevas políticas de rectificación institucional y democrática, y apostó por procesos de paz tanto con las FARC como con Venezuela.
En ese contexto, la masiva abstención y la victoria del uribismo ponen en riesgo el proceso de paz con las FARC y la pacífica convivencia con Venezuela. Por tanto, aumenta la posibilidad de reingresar en una escalada violentista. Más aún si hay muchos sectores, comenzando por el uribismo, que más allá de sus intenciones, viven de la guerra, como los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía, hacendados, narcotraficantes, organizaciones no gubernamentales y una larga cadena de actores.
Es de esperar, empero, que esas posiciones puedan ser derrotadas en la segunda vuelta electoral, más aún cuando la sociedad colombiana está hastiada de violencia.
Para ello, la abstención tendrá que disminuir radicalmente y deberán confluir en un haz de voluntades quienes buscan que la paz y la democracia se impongan en Colombia. (Reedición)