Domingo, 15 de junio de 2014
 
Eterno desafío

Eterno desafío

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Celebramos en este domingo la fiesta de la Santísima Trinidad. Podríamos afirmar que esta fiesta no sería de por sí necesaria en el transcurso del año litúrgico, pues siempre invocamos a la Santa Trinidad y celebramos también al Dios Santo Uno y Trino en todas las oraciones litúrgicas de nuestro culto católico. Pero sí nos conviene y es necesario y nos hará mucho bien esta celebración en honor de la Trinidad, como un corolario de las fiestas pascuales que hemos terminado con la fiesta de Pentecostés, glorificar explícitamente a Dios que es uno y trino y volver a reflexionar en esta verdad central de la vida cristiana como lo afirmamos en el credo.
La persona humana siempre ha intuido una presencia invisible y muy notable de algo o de alguien en el mundo. Algunas realidades le llevan a sospechar la certeza de que Alguien a quien no ve está ahí en su vida; está presente como un interlocutor en permanente diálogo. De aquí que puede afirmarse que no hay cultura primitiva alguna –por lo menos no se tiene noticia– que haya sido atea. Lo cierto es que a impulsos de un instinto religioso las personas han imaginado a Dios bajo diversas formas o conceptos. Pero Dios es muy distinto a como lo imaginamos.
El hombre ha tratado de bucear en el campo del conocimiento del Autor del universo. Puede afirmarse que hay un orden, una unidad fundamental en el cosmos. El mundo nos está hablando de una lógica deducción de un Unificador y Ordenador. Para los que estamos adornados del don precioso de la fe, Dios es el Creador, es el Autor del universo entero. Todo viene de Dios y tiene el destino de volver a Dios y, esto en Cristo y a través de Cristo.
Debemos al Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, quien tomara nuestra naturaleza humana, el conocimiento más profundo de Dios que se ha ido revelando a través de la historia. Jesús nos ha manifestado que él es su Hijo y que ha sido enviado para salvarnos. Nos ha revelado cómo es Dios. Todos los esfuerzos hechos y por hacer para conocer a Dios son nobles y meritorios, hay muchos elementos de verdad en las culturas elementales o más primitivas, pero todos esos intentos nos dejan cortos de quién es Dios y cómo es Dios. Es Jesús el que nos ha hecho la gran revelación que Dios es ante todo Padre, Hijo y Espíritu. Este es el gran misterio de nuestra fe que hoy celebramos y esta fe nos distingue entre tantos millones que creen en Dios, pero no en la Santa TRINIDAD.
San Juan Pablo II exclamó con ardor y entusiasmo, en la homilía dicha en la celebración de la eucaristía en Trinidad, Beni, en mayo de 1988: “Todos los cristianos somos trinitarios”. Así es, pues todos hemos sido bautizados, hechos hijos de Dios en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Recibimos la vida divina del Padre que es Hijo y Espíritu Santo. Desde el bautismo hemos sido envueltos en la vida del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Dios es amor nos dice San Juan, y el amor está plenamente en Dios y de Dios que es uno y trino hemos recibido al Espíritu Santo que “ha sido derramado en nuestros corazones” en el santo bautismo. El gran misterio de la Santísima Trinidad se nos ha manifestado en términos de una comunidad de amor, de una familia. Dios es familia, la familia trinitaria. En una familia, el amor circula entre todos sus miembros y sirve de vínculo de unión entre todos sus miembros. Dios ha hecho de la familia una imagen de su propia vida. Dios es amor fecundo que engendra al Hijo; Padre e Hijo se aman y de ese amor procede el Espíritu Santo.
Alguien que afirmara ser cristiano y no creyera en la verdad de que Dios es uno y trino no sería de verdad discípulo de Cristo quien nos ha revelado cómo es Dios. En un mundo en que pareciera, en ciertos ambientes, haberse puesto de moda la no creencia, llamarse ateo o agnóstico, en el que Dios no cuenta al programar la vida personal o social, esta fiesta nos viene de maravillas para dejarnos interpelar. ¿Quién es Dios y cómo es Dios para mí? ¿Dios es un ser aislado o lejano de mí o de la realidad? ¿Tengo miedo a hablar diariamente y constantemente con Dios? ¿Creo en el Dios uno y trino que mora en mí desde el bautismo y como lo presenta Jesús en el Evangelio?
La celebración de esta fiesta nos ayuda a renovar nuestra fe en el misterio de la Trinidad que es nuestra vida de hijos de Dios. Si de veras creemos en el Dios uno y trino tendríamos que ser más optimistas y dinámicos. Si todos los cristianos comunicáramos a Dios de esta forma habría menos agnósticos. No hay duda que el misterio de la Santa Trinidad será un desafío para la imaginación de todo creyente.
Al celebrar el Congreso eucarístico diocesano y la fiesta del Corpus Christi debemos recordar que en la Eucaristía, siempre, desde el principio, está presente este misterio trinitario. Nos santiguamos en el nombre de Dios Uno y Trino al comenzar; recibimos, al final, la bendición en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La celebración de la santa misa es una vivencia continua de nuestra vida trinitaria.